TEXTO Y FOTOS: MARCO A. HIERRO
Decía el padre Viñas, mi viejo profesor
de Latín prima non datur et ultimam dispensatur, y así comenzaba cada
nuevo curso su sempiterna asignatura. Significa la frasecita que la primera
(clase) no se da y la última (clase) se dispensa. Suele ser más amable el día
que uno comienza en algo. Se empieza con voluntad, con actitud, con ganas de
demostrar tantas cosas que ni siquiera uno es muy consciente de cómo
conseguirlo, pero también se recibe el calor de los que te arroparán esta primera
vez para luego medirte con mucha más severidad.
Hoy se doctoraba en Santander el charro
Alejandro Marcos, el tercer salmantino que recibe en Cuatro Caminos la borla de
matador. Y más de media Charrería se vino a arropar al paisano. No les defraudó
Alejandro, que rayó a buen nivel con las telas en la mano, pero ya tendrá días
para pasear premios; hoy dejemos que saboree los despojos.
Porque sacó actitud y recursos para
enfrentarse al díscolo primero de Olga Jiménez, que no le dejó expresar con el
percal todo lo que encierra su tela rosa. Ese toro, el de la ceremonia, fue un
examen sorpresa para el que quería su licencia, porque no pueden esconder aguas
más agrias unas hechuras tan bellas. Bruto, renuente, remiso a la humillación,
geniudo y con disparo. Un regalo para convertirse en matador. Y con ese, de
celeste y oro y de riguroso estreno, se fajó Alejandro sin aburrirse, pero sin
posibilidad de profundizar para recibir las palmas del público, que comprendió
la frustración de que los sueños le salieran al revés.
Lo importante llegó en el sexto, un
toraco de seis quintales y medio con trana y lomos para alimentar un albergue.
A ese sí le deslizó tres verónicas buenas en el saludo, con una media
asolerada, castellana y recia. Tanto como lo fue el asiento de las chicuelinas
del quite, mientras el toro se movía y se desplazaba con codicia detrás de los
vuelos charros. Parecía que iba a ser. Parecía que el zambombo de un encierro
de sorpresivo enlotado iba a ser el mejor material. Pero se le fue yendo el
fuelle después del fulgurante inicio de afarolado de hinojos, de paso ganado
hacia los medios, de firma desmayada y de buena intención. Porque esa, la intención,
fue lo único que no perdió el burraco de Matilla, y de eso se aprovechó
Alejandro. La muleta al piso, que humillaba el animal; las piernas firmes y la
figura erguida, como manda el canon charro, porque si hubo una nota positiva
que sobresalía de todas las demás en Alejandro, el de La Fuente, es que llegó
preparado. Y así debe mantenerse las que le queden por venir, porque una
actuación de sumar, como fue la de hoy, se premió en exceso con despojos de
pasear, pero deben llegarle días de premios que alimenten tripa y pecho.
Lo sabe bien Manzanares, que tiene un
embroque tan privilegiado, un empaque tan natural y un vuelo tan interiorizado
que parece no costarle llegarle al corazón al tendido entero. Todo eso es lo
que se ve, lo evidente, lo que llega. Para los más iniciados queda la técnica
del bamboleo o el toque, la altura que va subiendo en el mismo muletazo para
restar exigencia en los finales, la colocación tan perfecta para conseguir lo
que busca que es raro verle sudar con el regular o con el malo. Sólo arranca
Josemari con el que se rompe de verdad, y hoy hubo destellos con el cuarto. Una
verónica entonada, un par de trincherazos en el inicio, muletazos sueltos que
iban cobrando cada vez más dimensión. Todo muy bello, muy fácil de digerir,
pero sin conjunción, sin rotundidad. Tal vez sin alma. Hasta que llegó una
serie al natural rota, encajada, exigente, pura. Tremenda. Esa y la estocada
recibiendo le pusieron en la mano los dos despojos. A josemari, que es figura,
eso le pasa muchos días.
También lo es Talavante y también sabe
que hay días en que ni siquiera los despojos premian el fondo. Suyo fue lo más
rotundo. Suyo, de ese Alejandro altivo y desafiante que en Madrid se encaró con
el tendido a base de torear. Suyo y con el chotejo que hizo tercero, que
parecía humillar cuando llegaba y te sacaba la gaita por encima del palillo
cuando ya estaba a su nivel. Tan claro lo ve Alejandro que no le hubiera echado
la muleta de otra forma si el esmirriado animal hubiera tenido calidad. Porque
cuando el seguro Talavante que este año se clava el mentón en el pecho sube un
nivel la apuesta del toreo y baja un escalón lo que aceptamos como bueno. Pero
la espada, esa que maneja el extremeño tan despacito y tan bien para rubricar
las grandes obras, hoy se tornó rama roma para que se fuera andando. Sin
despojos, pero con muchos días por delante para que lo esperen los parroquianos
de hoy.
Y los de todas partes, porque hoy, que
tenemos un matador más que añadir a la nómina, la tarde no aburrió a nadie.
Sólo que los días de los despojos hay que contarlos también. Menos mal que al
menos los tres lucieron toreo, además de pasear despojos.
FICHA DEL FESTEJO
Plaza de toros de Cuatro Caminos, Santander. Tercera de la feria de
Santiago. Corrida de toros. 7.490 personas en los tendidos.
Seis toros deGarcía Jiménez.
José María Manzanares (burdeos y oro): palmas y dos orejas.
Alejandro Talavante (lila y oro): oreja
y silencio.
Alejandro Marcos, que tomaba la alternativa (celeste y oro): palmas y dos
orejas.
Saludó Rafael Rosa tras banderillear al segundo