A las siete de la tarde, José Antonio Morante de la Puebla, Emilio de Justo y Juan Ortega trenzaban el paseíllo para estoquear una corrida de Toros de El Torero, propiedad de Lola Domecq. Primera corrida de toros del año en la plaza de toros de El Pino y segunda si sumamos a la novillada celebrada en el día de ayer correspondiente a la feria de la Manzanilla 2023 en Sanlúcar de Barrameda.
Morante abrevia con el flojo y descastado primero
No le dio opciones el primero de la tarde a Morante de la Puebla, un animal muy medido de fuerzas que ya evidenció al salir del jaco su querencia a tablas. Un astado que nunca quiso quedarse en los trastos, saliendo suelto de los mismos cuando se le querían ligar las series. Molestó el aire en una faena donde se vio siempre a disgusto al sevillano. No se dio coba y viendo la imposibilidad de ahormar faena se fue a por la espada. Tras una estocada contraria y algo caída tuvo que hacer uso del descabello, siendo finalmente silenciado.
De Justo pasea la oreja del exigente segundo
Le cortó una oreja Emilio de Justo al exigente segundo, un animal que embistió con muchos pies en el recibo capotero del cacereño. Una larga de rodillas, verónicas, chicuelinas y una media tras la cadera fueron los palos que tocó Emilio en un recibo de capa que caló en los tendidos. Bravo fue su comportamiento en un tercio de varas, donde el puyazo recibido en la paletilla le condicionó en su posterior lidia. El de El Torero ya cantó que su pitón iba a ser el derecho, por el izquierdo siempre embistió vencido. Brindó al respetable una faena que comenzó con doblones muy toreros, siempre buscando abrirle los caminos al animal. Una faena que no acabó de romper en las primeras series al venir el toro con la cara a media altura y sin salirse de los vuelos. Todo cambió cuando tras el susto, al tomar la zurda, Emilio apretaría el acelerador por el lado derecho. Acertó en empapar de muleta la cara del animal y en no dejarle pensar. Aguantó las miraditas de un astado que exigió siempre firmeza y mando. Este fue un toro que pesó una enormidad y que pudo acusar algún problema de visión —durante la lidia— cuando tenía el objeto cerca. Se enrazó Emilio en un final de faena donde expuso ante un ejemplar con carácter, pero agradecido cuando uno se entregaba. Tras una estocada arriba, el toro se tragó la muerte propiciando la cerrada ovación del respetable. Una afición que pidió para el torero cacereño una oreja como premio a su labor.
Ortega se topa con un tercero que nunca se entregó
No le dio la más mínima opción de triunfo el tercero a Juan Ortega, un toro que embistió siempre por dentro y que soltó mucho la cara tras el embroque. Muy torero fue el recibo a la verónica, lidiando al astado con lances a media altura, abriéndole siempre los caminos. Ortega optó por ir haciendo a un animal al que le costó siempre desplazarse. En la muleta buscó pulirle los defectos, pero el animal siempre tendió a embestir por dentro y hacer hilo. Por el izquierdo sí consiguió dibujar un par de naturales limpios pero inconexos al carecer de estructura su labor. Macheteó con enorme torería delante de la cara del animal antes de escuchar palmas.
Morante se inventa una obra genial ante el noble cuarto al que desoreja
Y Morante se inventó una faena llena de torería y buen gusto al noble cuarto, un toro que ya de salida embistió con la carita a media altura pero evidenciando nobleza. José Antonio era consciente de la justeza de fuerzas del toro, de ahí que lo torease con las manos altas para no quebrantarlo. A base de ponerle mucha fe fue transformando esa embestida bobalicona y noblona en una obra de arte. Acertó en terrenos y alturas, aprovechando también las inercias de un animal que siempre embistió más y mejor en el tercio. José Antonio sabía que el astado tenía buen fondo pese a estar medido de raza, por eso no le exigió detrás de la cadera hasta ver que el toro podía aceptar esa existencia. Ahí fue cuando dejó los pasajes más bellos, siempre ganándole un paso para aprovechar esa inercia a media altura que traía el de El Torero. Molinetes, kikirikis, trincherillas, pases de pecho… todo lo hizo con su particular forma de ver e interpretar el toreo. Su última serie a derechas fue el cenit de una obra que únicamente puede hacer este torero. A pies juntos, dándole siempre el pecho y toreando con las yemas, cinceló José Antonio esa última tanda con reminiscencias del pasado. Las dos orejas fueron incontestables pese a dejar una estocada algo caída.
Emilio de Justo indulta a un bravísimo ‘Esturión’ en una faena premiada con los máximos trofeos
‘Esturión’ se ganó la vida gracias a su bravura y nobleza, esa que canalizó en su muleta un Emilio de Justo que supo ser paciente e ir poco a poco sacándole las virtudes a un animal que todo lo hizo por abajo. Con el capote embistió con largura y nobleza para más tarde empujar con clase en el único puyazo que recibió. El de El Torero, una vez pasado por el caballo, atemperó algo su galope en el jaleado y arrebujado quite de De Justo. ’Esturión’ tuvo la gran virtud de ir siempre a más, galopando y embistiendo con una enorme entrega a la pañosa de un torero que paró, templó y mandó las enrazadas embestidas del bravo ejemplar de Lola Domecq por el lado derecho, por el izquierdo le costó cogerle el pulso hasta bien avanzada la faena. Pese a su exigencia, tuvo mayor franqueza a diestras, por el izquierdo había que hacerlo más, algo que le costó al extremeño al venirse con los vuelos y apretar algo más por dentro. La clave estuvo en perderle siempre un pasito y aprovechar esa inercia. El de El Torero pedía venir siempre enganchado, algo que entendió un espada que, a partir de ahí, disfrutó las embestidas de un ejemplar bravo como un tejón. De Justo acertó en apretarle por abajo, ahí en toro se ralentizaba. Se entregaron toro y torero en una labor muy jaleada por los tendidos. El indulto era cuestión de tiempo, Emilio sabía que aun el toro tenía cuerda para rato, de ahí que siguiera toreando con la parroquia puesta en pie pidiendo un indulto que sería finalmente concedido. Tras casi media hora intentando que el toro entrase en los corrales le fueron concedidos los máximos trofeos al de Torrejoncillo de un toro que ya por sus hechuras invitaba a torearlo, ¡qué torrente de bravura!,
Ortega deja detalles de su personal toreo en una faena a menos
De embestida cambiante fue el sexto, un toro con nobleza pero sin esa entrega necesaria para deslizarse tras los vuelos. Un astado que no se dejó torear de salida y que llegó al jaco embistiendo a arreones. Durante la lidia se buscó que el animal ganara en confianza y pudiera sacar ese fondo que tiene esta ganadería, pero no fue así. Como gran parte de sus hermanos, tuvo el defecto de soltar la cara, algo que le quitó brillantez a una faena con dientes de sierra. Ortega no quería irse de vacío, de ahí que se apretase con un animal con cierto temperamento. Hubo dos series de toreo despacioso, barbilla en el pecho y muletazo tras la cadera, pero los continuos enganchones acabaron por diluir un trasteo a menos. Tras pasaportar al animal sería silenciado.
FICHA DEL FESTEJO:
Plaza de toros Sanlúcar de Barrameda. Corrida de Toros con motivo de la feria de la Manzanilla. Tres cuartos largos de aforo.
Seis toros de El Torero. Escaso de fuerza y raza el rajado primero; De exigente embestida -a derechas- el ovacionado segundo; De embestida pasadora el desrazado tercero; Con nobleza el manejable aunque complejo cuarto; De gran entrega, ritmo y profundidad el extraordinario quinto de nombre ‘Esturión’ indultado por Emilio de Justo; Con nobleza pero con cierto temperamento el desrazado sexto.
Morante de la Puebla: Silencio y dos Orejas
Emilio de Justo: Oreja tras aviso y dos orejas y rabo simbólicas
Juan Ortega: Palmas y silencio
Incidencias: Saludó Manuel Ángel Otero en el quinto
FOTOGALERÍA: EDUARDO PORCUNA
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