A la Fundación del Toro de Lidia -o lo que queda de ella- comienza a no quedarle ya ni la confianza de sus patronos. Al menos, los que se visten de luces y ponen una ‘leña’ al cabo del año para sufragar los gastos que aprueba Borja Cardelús -o lo que queda del todavía director general de la entidad-. La reacción de la entidad que nos iba a proteger a todos tras la cacicada de Alalpardo ha provocado que los que se visten de luces y sustentan la entidad con sus aportaciones se hayan cansado de los constantes escándalos perpetrados por lo que se ha convertido en un chiringuito por dejarse manejar por los taurinos más avispados.
Mira que era buena la idea de la competición; mira que era buena la idea de lidiar tres toros de cada encaste; mira que era buena hacer competir a los más desfavorecidos por el sistema para tener la oportunidad, al menos una oportunidad, de entrar en los circuitos donde las moquetas de los hoteles no te dejan ni avanzar. Mira que era buena la idea de definir un reglamento para que nadie pudiese poner al albur de la subjetividad criterios que no tienen por qué ser subjetivos. La repetición de toreros en el certamen del año pasado, el rediseño del reglamento para que entren según qué matadores en las listas finales del certamen, la duda constante -en fin- que sobrevuela cada actividad en que figura su nombre. Y ahora, la cacicada de Alalpardo.
Vaya por delante que nadie del precioso pueblo madrileño tiene la culpa de que determinados personajes se comporten como lo hacen en esto del toro, pero en lo que se supone que es la final a tres del torneo más importante que existe para matadores de toros, y con el dinero público de la Comunidad de Madrid aguantando la vela, no pueden cometerse injusticias que van contra el reglamento sin ningún género de duda. En el fútbol se inventó el VAR, pero es que en este caso -para desgracia de tahúres, trileros y carteristas- estaban las cámaras de Telemadrid, que permiten medir los tiempos.
Era muy fácil intentar que á solución fuera consencuada; era tremendamente sencillo pasar a los tres a la final de Colmenar y echar un toro más de cada ganadería -la taquilla lo aceptaría y el bolsillo del contribuyente también-. Y hasta el interés ganaría enteros. Pero no. La FTL -con dos bemoles- atribuye el incidente a un error humano del presidente y se niega a modificar sus planes en modo alguno.
Por eso algunos de los patronos que ponen la leña con la que se paga a los que mandan en el chiringo han dicho que basta ya. Este medio ha podido saber que algunos han solicitado una reunión de urgencia este misma mañana con la cúpula de la Fundación para lanzar un ultimátum: o arreglan la cacicada, o abandonan la FTL. Y nos parece completamente lógico.
Como nos lo parecería ahora que Borja Jiménez -a quien la sensibilidad de la empresa de Madrid va a a dar una nueva oportunidad en julio, enmendando de nuevo la plana de la Fundación- rechazase la invitación que debería producirse a convertir en tres esa final a dos del próximo domingo, porque con todo esto él ya ha ganado. Hubiera ganado también en las votaciones de haber acertado con la espada, pero como la contundencia de Fonseca estuvo fuera de toda duda, esta ya no es su guerra. Él ganó en el momento en que consiguió el favor del público. Tiene el día 16 en Madrid con la de Margé; no necesita más…