A Roberto Domínguez, que no se prodiga mucho en entrevistas en medios de comunicación, lo pilló ‘rumboso’ Rafa García, el director de ‘Clarín’ (RNE) el pasado domingo. Y por eso le salió una de las mejores entrevistas que he escuchado últimamente, en las que es fundamental que el entrevistado quiera decir cosas. Y Roberto, que es de Valladolid y las guarda todas debajo del sombrero -como solemos hacer los castellanos- metió los pies en el fango con un afán inusitado, y con una comprensible decepción hacia esa parte de la afición que encuentra que saber de toros es meterse con la figura de turno. Él sabe que ha pasado a lo largo de la historia con muchas figuras. Él mismo, que protagonizó una de las más serias encerronas con una corrida de Victorino que se recuerdan en Madrid, se llevó la ira de los conspicuos defensores de la fe, por mucho que hoy en día le tire de un pie lo que puedan decir de él fuera de lo que dice la historia.
Lo que sí le afecta es que a uno de los proyectos de torero de leyenda más firmes de los últimos años, como es Andrés Roca Rey, no le dejen ni ponerse delante de los toros, ni mucho menos enseñar su forma de interpretar y, por supuesto -por su edad y su margen de aprendizaje- su evolución evidente delante de la cara del toro. Que si torea con el pico, que si no se los pasa cerca, que si esconde la pierna de atrás y, por tanto, destorea -ese término, acuñado por Alfonso Navalón, hay muy pocos que sepamos (porque estábamos allí) a santo de qué surgió-… Es decir, que todos y cada uno de los aficionados que hay en la plaza reciben constantemente la agresión de unos cuantos porque les acusa de no saber cuál es el toreo bueno. Pero ¿lo saben ellos? ¿Han visto algún fenómeno social como es hoy por hoy Andrés desde que El Juli hiciese anuncios de coches cuando no tenía carné de conducir? Porque todos tenemos mucha fe y mucha entrega con Marco Pérez, pero a su edad El Juli ya se había comprado la finca Feligrés.
Y a lo mejor es el problema; que les empiezan a chillar cuando se les pone cara de ricos. Y este, en concreto, sale en revistas que nada tienen que ver con el toro, es activista por causas en las que cree, sale en la tele generalista cuando se le pone en la nariz y ayuda sin pensarlo en absoluto a cualquiera que quiera comenzar a ser torero. No es ya aquel imberbe con cara de niño que llegó a Madrid después de que todas las plazas estaban ya vencidas. Ahora, que es figurón del toreo, lo que mola es ‘rajar’ de él. Pero es que si al menos supieran hacerlo…
Sin embargo, es el otro de los temas que tocó Roberto el que más me interesa tocar. Eludió con su proverbial elegancia la alusión a Daniel Luque porque no es con Daniel Luque con quien se quiere enfrentar. Roberto puso sobre la mesa el nombre de José Tomás, que es cierto que se ha medido a Joselito, A Ponce, a Morante, a Juli, a Perera y hasta a Manzanares; pero aún le falta Roca Rey. Y aquí es donde se vuelve pelín ‘ventajista’ el argumento. No me interpreten mal, que ojalá se organizase el duelo para esta misma tarde. Pero el toreo, una vez que se ha terminado de hacer el paseíllo, es tan simple y tan ayuno de trampa como un torero, un toro, y la muerte asistiendo al baile. Sin embargo, se baila mejor con 22 que con 48, no nos engañemos…
Y es verdad que Morante está cerca de la edad, que Finito la pasa y que Uceda también. Y nada que decir habría de un Juan Mora que torea como y cuando considera oportuno. Pero José Tomás también y, pasado el río, como lo tiene, las corridas de cuatro toros con las que se revienta una taquilla que es toda para él es la postura más cómoda que ha encontrado en un sistema que tampoco -no lo olvidemos- se ha portado con él como exige ahora que José Tomás se porte. Por eso veo muy, muy improbable que el de Galapagar se vista de luces para haceer el paseíllo con Roca Rey. Pero, ¿y si le dijésemos que abría plaza el aporderado del peruano? No me van a negar ahora que esa apuesta sí sería hermosa para todos, el toreo incluído. ¿O no…?
