El mundo de la tauromaquia y las supersticiones siempre han estado presentes en este espectáculo y en el ritual que lo rodea. Algunos profesionales confían plenamente en ellas, mientras que otros las siguen de manera firme, por temor a que el éxito se les escape por no hacerlo. Arriesgar la vida cada tarde también contribuye a que ciertas historias o leyendas adquieran fuerza y puedan afectar a aquel que trenza el paseíllo. Incluso la simple colocación de una montera al caer puede ser de gran ayuda, incluso desde un punto de vista psicológico, para el torero durante el transcurso de una corrida.
Esas supersticiones que a lo largo de la historia del toreo han acompañado a aquellos que se vestían de luces, de ahí que pocas veces quieran cambiar su rutina antes de ir a la plaza. Supersticiones varias que pueden darse en la misma habitación del hotel, en el trascurso que les lleva del hotel a la plaza, en el patio de cuadrillas, durante el paseíllo o mientras esperan a que salga su toro por la puerta de toriles. Pero como todo en la vida, hay espadas que no son tan herméticos y si se dejan aconsejar por aquellos que buscan intentar tranquilizarlos en esos momentos tan complejos.
«Hay que ofrecer gallardamente al destino el sitio por donde pueda herirnos», comentaba Juan Belmonte en esa gran joya de la literatura escrita por Chaves Nogales llamada ‘Juan Belmonte, matador de toros’. Porque el torero nacido Sevilla el 14 de abril de 1892 también era supersticioso, un espada al que Antoñito, su mozo de espadas, le colocaba en los pies, antes de las medias rosas, unas sucias que simbolizaban el buen bajío. Y así se mantuvo hasta que un toro de Santa Coloma. «Antoñito, ¡mira para qué sirven tus cochinas vendas!». Pues eso, que mejor no ser supersticioso «porque da mala suerte».
Uno de esos toreros supersticiosos en Andrés Roca Rey, el diestro nacido en Lima tiene una curiosa forma de colocarse la montera antes de liarse el capote de paseo, una tónica habitual en su día a día. Con la mano derecha se sostiene la montera, mientras que con la izquierda su coloca la mano junto a la oreja. Durante unos segundos realiza está acción que bien podría parecer un estiramiento del cuello para colocárselo bien debido a esos momentos de tensión antes de trenzar el paseíllo.
Una vez que sale al ruedo es usual que se haga el símbolo de la cuz en una de las rayas del tercio, una ytónica habitual en ifinidad de espadas. Luego hay otros como Manzanares que se persignan de una forma muy especial antes de la salida del toro. El alicantino se toca la medalla del corbatín y se besa la mano en tres ocasiones, tocándose el lóbulo de la oreja una vez para finalizar ese ritual que sucede al rezo. Otros como Miguel Ángel Perera una vez realizado el brindis deja la montera bien colocada en una de las rayas del tercio, no tirándola al aire o dejándosela a su mozo de espadas como hacen otros compañeros.