El detalle pudo pasar desapercibido para la mayoría de aficionados que ayer llenaron la plaza de Cuatro Caminos, pero en un burladero del callejón, el que corresponde a la empresa, el adjudicatario de la plaza santanderina, José María Garzón, contemplaba el festejo con una compañía de perfil tan bajo como alta es su importancia: Salvador Boix, apoderado de José Tomás.
Los que tenemos cierta deformación profesional y tendemos a pensar que detrás de todo hay una noticia nos preguntamos si, efectivamente, hay motivos para soñar con un regreso del mito de Galapagar en una de las plazas que regrenta José María Garzón, para lo cual hay varios impedimentos.
En preimer lugar, que Garzón tiene este año el ‘pescado vendido’, y en todas sus plazas ya se conocen los carteles que se darán a tres meses vista -plazo que se ha producido en las dos últimas contrataciones de JT entre el anuncio y el festejo-. También es verdad que no habría ningún problema, por ejemplo, en organizar una corrida de toros en el Coso de los Califas de Córdoba, plaza gestionada por José María, a medidados del mes de octubre, que no hace tanto calor en la capital de los califas.
También podría ocurrir que las cosas se estuvieran fraguando para una de las plazas de Garzón de principios de temporada, y vuelve a salir el nombre de Córdoba, por ser plaza de primera y estar necesitada de un empujón fuerte para reavivar la afición en aquella ciudad. Porque a José María sí le salen las cuentas, se lo aseguro, ahora que dicen que a José Luis Pereda no le han salido en Huelva para que estuviera allí JT. A Carlos y a Óscar -gerentes de la anterior empresa- sí les salieron, y José Tomás hizo matador de toros a David de Miranda. Por supuesto, a plaza llena. Ese día y todos los demás.
Todo eso, sin embargo, Garzón lo sabe porque no es un advenedizo con ínfulas de megalómano por llevar un nombre rimbombante. Sin embargo, también es cierto que el sevillano y el músico barcelonés son muy buenos amigos fuera de los negocios taurinos, y también pudo ocurrir -por qué no- que uno invitase al otro a ver la corrida con él.
Pero, ¿y si esa reunión escondiera más de lo que ayer percibió la plaza…?