JAVIER FERNÁNDEZ-CABALLERO
Macabro
silencio el que estos días está viviendo Vitoria. A esta hora, ningún
empresario ha hecho aún público que presenta oferta ante el pliego de
condiciones del Iradier Arena, que salió a la luz la pasada semana. A esta hora
y en este día, a cuatro días laborables hasta que se calcine el plazo de
presentación de ofertas el próximo miércoles 7 de diciembre. El silencio de empresarios, toreros, ganaderos, entidades defensoras
de la tauromaquia –con la Fundación Toro de Lidia a la cabeza- e incluso la
mayoría de medios es, sencillamente, macabro. Terrorífico. Casi tétrico.
Es de traca que si de por sí es costoso organizar festejos
en una ciudad tocada taurinamente, ahora los gastos se incrementen 30.000 € más
en concepto del mantenimiento y preparación del coso para el serial además de
la banda de música para los festejos. Pero también es de traca el silencio del
sector, que calla ante el ataque despiadado del Ayuntamiento vitoriano. Un sector que otorga el castigo y siente
cómo le dan un puyazo hasta el hígado los políticos que, cual lobos con piel de
cordero, no dicen abiertamente que están contra la Fiesta pero la matan por lo
bajini.
¿Y así morirá el toreo en Vitoria? Se le está dando una
última oportunidad a un sector que, a pesar de que se trate de un clavo
ardiendo, sería válido para cualquier otro campo industrial externo. Lo
explotaría. A pesar de tratarse de un espectáculo sin ayudas en la ciudad. A
pesar de tener que costear la puesta en marcha. Con mil inconvenientes por
bandera. Pero es la última oportunidad.
Si los políticos son malhechores, el desierto lo
interpretarán como desinterés del sector por dar toros en una ciudad que no les
es rentable; si son neutros, no olvidemos que seguirán adelante con la consulta
antitaurina; si son honrados, sacarán un nuevo pliego con mejores condiciones. Nos arriesgamos una a tres, pero la
pregunta es: ¿estamos realmente para apuestas con el destino?