Mira lo que había bajo el cenote de la Sole… Fue una sorpresa para todos encontrarnos con que la entrañable ancianita que tiraba de escafandra en las tardes isidriles preparaba bajo las aguas el desembarco de Normandía. Ni máquina Enigma, ni expertos criptólogos, ni cuñado sabelotodo diciendo: «ya te lo advertí yo…». Lo de Nautalia con Simón Casas ha sido un golpe de efecto como hacía tiempo que no se recordaba en un negocio donde las estrategias rara vez son efectivas y mucho menos secretas.
El cenote de la Sole, que parecía anegado por el lodo bajo la línea de flotación de la anciana, guardaba en las entrañas un plan. Porque la llegada de Nautalia al toreo supone mucho más que un socio pagafantas para el bueno de Simón. Supone una apuesta de futuro de una empresa que no sólo confía en el toreo como fuente de ingresos, sino que tiene los santos arrestos de jugarse el parné por demostrar que no se equivoca. Ojalá lo consiga.
Ojalá porque el toreo necesita una apertura, una desdemonización. Más o menos como la que superó Nautalia cuando aún no era tan célebre porque no había encontrado el cenote. Y en CULTORO lo reflejamos por aquel entonces. Hoy, dos años y medio más tarde y cada vez más firme la apuesta por el toreo, la empresa de viajes se sienta en el trono del toreo para traer nuevos aires a la rentabilidad de un festejo. El toreo, tan ombliguero y soberbio en sus tripas como débil y expuesto por su falta de unidad, necesita de muchas Nautalias para seguir viviendo. Pero no hay muchas empresas más con bemoles para apostar. Por eso hay que dar gracias al cielo porque existan la Sole y su cenote.
Son muchas las preguntas que se suceden en las mentes de los periodistas ávidos de encontrar fisuras en lugar de ayudar a corregir los defectos. Son muchos los que intentarán bucear en el cenote para descubrir abyectas intenciones y tejemanejes grises pero, de momento, Nautalia, la Sole y su cenote han dado un paso adelante para transportarnos al siglo XXI. Ya habrá tiempo de valorar su actuación, pero primero tendrán que acometerla.
Que Dios reparta suerte…