JAVIER FERNÁNDEZ-CABALLERO
Soria. Corrida de toros del Sábado Agés. Encierro de Adolfo
Martín. Cuarto toro, un animal asaltillado, con los pitones cornipasos en el
tipo que exige el encaste, un público que pide la devolución de un animal en la
morfología de su árbol genealógico y una presidencia que antirreglamentariamente
accede a la petición. De forma inconsciente, de forma ilegal, echando para atrás
lo que había aprobado diez horas antes, haciendo menos seria la Fiesta que intenta
hacer íntegra su ganadero y no dando la talla que un palco exige.
Así lo demostró un presidente que no debe saber mucho de qué
va esto de Saltillo. Y es que tenía pinta de calles el cuarto titular y de
hoyo, pico y pala el bis que lo sustituyó con Morenito callando ante la
desfachatez. Y no, no era alteración de orden público lo que vivió una plaza
que gritó a garganta llena su ignorancia e hizo menos respetable su condición
pagadora. Porque aquel toro jamás debió ser devuelto incumpliendo un reglamento
que a estas horas el palco justificará como un intento de evitar la alteración
del orden público. Ese que jamás hubo ni se le acercó. Ese que tuvo el moreno
de Aranda cuando finiquitó al deslucido cárdeno segundo de su lote y ese que
sintió cuando no le pudo dar ni uno al segundo.
Inconsciencia en el palco. Falta de sensibilidad de una
parte del público que, ante la ignorancia, debió callar y falta de criterio e
ilegalidad de un presidente que jamás debió pisar un palco. Ya lo dijo el
propio Adolfo en declaraciones posteriores: «es un disgusto. Como
comprenderéis el toro de Saltillo es así, el toro no ha gustado y el presidente
lo ha cambiado. La gente no entiende lo de los encastes, es el mayor disgusto
que tengo”.
