Si hablamos del Desafío Ganadero, lo ganó de largo Valdellán, no tanto por sus virtudes, que las tuvo con ese buen segundo, como por la práctica incomparecencia de Juan Luis Fraile, tan vacío de raza en su aparatosa presencia. Y si hablamos de la terna, si duda hay que destacar la gran dimensión que dio Damián Castaño con ese toro de Valdellán. Sereno, centrado, dispuesto, valiente y torero. Paco Ramos estuvo digno con las telas y fatal con los aceros, mientras Luis Gerpe puso más intención y voluntad que el redunatdo que pudo obtener.
Faena digna y espada indigna de Paco Ramos con el primero
Se protestó de salida el escaso perfil del primer Valdellán, al que tampoco le sobraron las fuerzas, razón por la que el tercio de varas se convirtió en un rifirrafe de protestas, ponlo allí y tráelo acá, del que el toro salió igualmente protestado y trastabillado. No había dejado opción al lucimiento con el capote en su embestida recta y refrenada, y tampoco fue mucho más en la muleta, donde además se hizo corto el recorrido. Paco Ramos, con oficio y claridad de ideas recetó muletazos cortos y recios, perdiendo pasos para colocarse mejor entre muletazo y muletazo. Todo bien hecho en una faena digna y meritoria, que tuvo su mancha con el uso de los aceros.
La maciza obra de Castaño se queda sin premio por la espada
El segundo Valdellán fue más armónico en sus hechuras y obligó a Damián Castaño a invertir los terrenos para llevárselo a los medios, pues se revolvía pronto y con intensidad. Los dos primeros puyazos de Rafael Agudo fueron soberanos, pasando incluso con sospechoso silencio esa raya que en otras corridas sí se afanan en pitar. El tercero ya fue un exceso, pero lo asumió bien el toro que peleó bravo y mantuvo la tensión banderillas, donde destacó la lidia de Marco Galán. Firme, el salmantino comenzó midiendo al toro por derechazos a su altura que el toro tomó con transmisión, recorrido y fijeza. A más, templado y sometiendo, Damián construyó una faena intensa, capaz y poderosa, más cadenciosa al natural, por donde el toro tuvo más calidad. Dos naturales enormes quedan en la memoria, y ese cierre torero por abajo. Sólo la espada le arrebató de las manos una de las orejas de peso de la temporada madrileña. Una pena que quiso mitigar con la vuelta al ruedo el respeto unánime de la plaza.
Luis Gerpe se lleva un susto del insulso tercero
Las hechuras del segundo poco recordaban a su estirpe Santacolomeña (¿?). Su comportamiento, después, también sembró dudas. Lo cierto es que no dijo mucho en ninguno de los tres tercios: se dejó pegar en el caballo, fue a medias a la cita con los palos y en la muleta no tuvo maldad, pero se freno y desentendió una vez llegó a los embroques. Luis Gerpe intentó hacer una embestida completa de aquello, pero era misión imposible. Porfió el torero y quiso justificarse con un arrimón que el toro no consintió y se le echó encima con un porrazo en el pecho del que salió indemne de puro milagro. No merecía la pena el riesgo.
El mulo cuarto deja sin opciones a Paco Ramos
La cara del cuarto recordaba la de otros «Fraile», tan acodada la cuerna de un toro alto de agujas y estrecho de hechuras. Feo. Silencio en los tendidos. No se fijó en los capotes, pero arreó agresivo al peto con la cara por las nubes. Bravucón. En el segundo se dejó pegar y se acabó lo que se daba, pues en banderillas esperó lo suyo, mientras empezó a jarrear de verdad, y se fue a chiqueros a esperar a Paco Ramos con su muleta, que intentó sacarlo de la querencia para pasarlo, pero entre derrotes defensivos y nulo recorrido se vio sin opciones. Para rematar, lo de la espada fue un suplicio.
Damián pasa un trago con el violento quinto
Paró la lluvia a la salida del quinto, de tan aparatosa y abierta encornadura como desagradable en el violento derrote arriba en cada lance. Se dejó en varas, pero en la muleta se acrecentó el defecto de ese exagerado derrote, imposible. Damián se puso con intención de domeñar aquello, pero cada cite era un enganchón, algún desarme o el peligro del derrote hacia adentro. Los menos, afortunadamente. Nada qué hacer. Encima, no dejó pasar a Castaño en la suerte suprema, que cambió media estocada por un volteretón pavoroso de que salió, aparentemente, ileso.
El último «Juan Luis» tampoco permite lucimiento ni esfuerzo a Gerpe
El sexto, alto y aparatoso, se movió reservón en el capote, hizo sonar los estribos en el caballo y llegó a la muleta incierto, sin humillar, queriéndose colar y frenándose a la salida de los muletazos. Gerpe hizo de tripas corazón para quedarse en el sitio, aguantar la tarascada e intentar ligar el siguiente intento. Mejor por derechazos, o por medios derechazos, esperando mucho cuando en toro bajó un punto, el mismo que ganó el torero en confianza. Pero no había de dónde rascar y el manso terminó parado. Y la lluvia volvió a arreciar.
FICHA DEL FESTEJO
Plaza de toros de Las Ventas. Corrida de toros.
Toros de Juan Luis Fraile y Valdellán. Impecables de presencia. Débil y de corto recorrido el simplón primero; bravo y con buen pitón izquierdo el segundo; vacío el tercero; manso imposible el cuarto; manso, deslucido y con peligro, el quinto; manso y deslucido el sexto.
Paco Ramos, silencio tras aviso y silencio.
Damián Castaño, vuelta al ruedo y ovación.
Luis Gerpe, silencio y silencio.
FOTOGALERÍA: LUIS SÁNCHEZ OLMEDO