La carrera de muchos toreros va ligada a la de ciertas personas que en su día formaron parte de su equipo, ya fuera vestido de plata y oro o en temas de apoderamiento, pero los cuales, una vez pasado los años, siguen acompañando a ese torero al que le une una vinculación más allá de una simple amistad. Está el caso de Curro Romero y el añorado “Gonzalito”, los cuales con el tiempo forjaron una bonita amistad, estando ligado el uno al otro pese a no tener una vinculación profesional.
Aparte de apoderados, banderilleros, picadores o mozos de espadas, también existe una vinculación muy especial entre ciertos toreros y sus partidarios que, gracias a seguirle de plaza en plaza, crearon una amistad con el torero en cuestión. Para un torero encontrar a aficionados que sean capaces de recorrerse media España y parte del extranjero para verlo es un plus más para salir a la plaza y ser capaz de crear una obra tan efímera como grandiosa.
Uno de esos toreros que tiene una legión de partidarios es el sevillano Juan Ortega, un espada que se puede decir que cumple esa máxima de “se le nota que es torero hasta andando por la calle”. Juan es un torero tranquilo, sosegado, un espada al que le gusta hacerlo todo con pausa, sin prisas, ese que ha sabido rodearse de aquellas personas que pueden aportarle algo distinto. Como muchos espadas, Juan tiene cierta predilección por esos aficionados que llevan viendo toros toda su vida, personajes que pueden hablarte de la Sevilla de esos años en blanco y negro donde todo tenía otro ritmo.
Juan Ortega es un espada que siempre ha tenido claro que tipo de tauromaquia era la que le llenaba, pese a que en sus inicios realizara un torero diametralmente opuesto al que encandila hoy en día a los aficionados. Junto a él, en esos inicios iba Juan Rodríguez “El Chuli”, un gran aficionado al que le une una excelente relación con el torero sevillano, un hombre que siempre que puede acude a ver Ortega a las plazas donde se anuncia.
Juan Ortega y Juan Rodríguez ‘El Chuli’, una sincera amistad que perdura con los años
Juan Rodríguez Justos, más conocido como “El Chuli” fue tratante de ganado, comercial de piensos y corredor. Un hombre hecho así mismo que desde niño estuvo muy ligado al mundo ganadero, especialmente al porcino y al vacuno de carne, pero cuya pasión siempre ha sido el toreo. Juan conoce a Ortega desde que era un niño, fue la primera persona que tuvo a su lado y gracias a su relación con los ganaderos empezó a abrirle las puertas de las ganaderías y a buscarle los primeros tentaderos.
Junto al ganadero Román Sorando, fueron los primeros apoderados que tuvo Ortega. Aquello todo era a base de cariño y de esperanza, sabedores de las condiciones que guardaba aquel niño. El tiempo pasa, el torero crece y los apoderados cambian, pero Ortega siempre ha mantenido a su lado a la persona que lo ha dado todo por él. A sus 87 años sigue acompañando cada tarde a Juan Ortega con la misma pasión, entrega y vitalidad que el primer día.Orgulloso de su torero o de su niño como él dice, se le escuchaba decir el pasado día 9 en el callejón de Valladolid, que ya se puedo morir tranquilo después de ver realizar a Ortega una de las faenas del año.
Una foto publicada en redes sociales en la que se veía una abrazo entre ambos tras realizar Juan Ortega, una de las faenas de la temporada a un toro de Núñez del Cuvillo, en una tarde redonda donde el sevillano paseó un total de cuatro orejas. “¡Magnífica foto! Puro reflejo de una relación basada en el cariño y la entrega absoluta que siempre han tenido uno con el otro. Me alegran los triunfos de Juan Ortega, principalmente por lo que los disfruta ‘El Chuli’”, comentaba José Luis Moreno, matador de toros cordobés, en su cuenta de Twitter.
Pese a no unirles actualmente una relación profesional, Juan siempre ha mantenido una gran relación con él, dos amigos que hablaban el mismo idioma. “El Chuli” y Ortega saben todo lo que han pasado juntos, y ahora que el Sevillano goza de un estatus importante en el escalafón, saben más que nadie que despegar los pies del suelo sería un error. Arropado por Pepe Luis Vargas, otro torero con sello propio y José María Garzón, Juan encontró esa tranquilidad que buscaba y eso se nota en su día a día, en su forma de expresarse tanto en el ruedo como fuera del ruedo. Un torero que transmite calma, algo que aprendió desde aquella época, donde el polvo y la dureza de los animales lo ponían todo muy cuesta arriba.