Uno de los focos del día de ayer estaba puesto en la localidad manchega de Almodóvar del Campo, un municipio de unos 6000 habitantes y con una gran tradición taurina, ese que ayer llenó prácticamente hasta la bandera su coso taurino con un cartel de gran interés tanto para el público ocasional como para el aficionado. Un festejo en el que se lidiaron astados de María Loreto Charro para una terna conformada por Emilio de Justo, Juan Ortega y Andrés Roca Rey.
Una tarde donde Ortega únicamente paseó una oreja del segundo animal del festejo, no pudiendo salir en hombros con sus compañeros. Un festejo donde estuvieron presentes personalidades del mundo del toro como Juan Antonio Ruiz “Espartaco”, máxima figura del toreo que se encontraba en una de las barreras de sombra del coso ciudadrealeño. Consciente de su presencia, De justo no quiso dejar pasar la ocasión para brindarle la muerte de uno de sus animales.
Un brindis donde le agradeció su presencia esa tarde en Almodóvar del Campo, mostrándole también toda su admiración. De Justo es uno de esos toreros que se ha empapado de un gran número de toreros, fueran figuras o no, siendo Juan Antonio uno de esos espadas por los que siempre sintió una tracción muy fuerte, pese a no compartir ambos un concepto similar. La forma de imantar los toros en la muleta y el temple con el que toreaba a los animales fue algo que siempre llamó mucho la atención al de Torrejoncillo.
Espada que nunca lo tuvo fácil, el cual tocaría el cielo hasta en seis ocasiones, saliendo por la Puerta del Prícipe en abril de 1982, 1985, 1986, 1987, 1990 y 2015. Juan Antonio, pese a llevar más de ocho años retirado, aún tiene es mirada penetrante que le delata como torero, esa que nunca desaparecerá de aquellos que miraron frente a frete a la muerte y pudieron con ella. Torero de sonrisa perenne y un temple innato en sus muñecas, ese que durante más de dos décadas se mantuvo como máxima figura del toreo.
Juan Antonio es sin lugar a dudas una figura indiscutible del toreo y el que más veces toreó en el siglo XX, superando incluso la cifra de Domingo Ortega: durante ocho temporadas 1982 y 1985-1991. Un espada admirado por todos gracias a su cercanía y su bondad, un espada que sigue luchando por darle el sitio que cada uno se merece, sin duda un espejo para un Emilio de Justo que no pudo resistirse en brindarle un toro.
El extremeño, al igual que el sevillano, no ha tenido una carrera fácil, de ahí que el llegar a ser considerado figura del toreo sepa aún mejor cuando sabes que nadie te ha regalado nada. Su faena al cuarto de la tarde de ayer en Almodóvar fue de esas que te reconfortan como aficionado, una labor que brindó a un Juan Antonio, esa que nos contó de la siguiente manera nuestro corresponsal Álvaro Mateo.
Negro de capa y de buena presentación salió el cuarto. Tras recibirle Emilio sobre las tablas, fue domeñando la embestida a base de buenas artísticas verónicas, abaniqueando el vuelo del capote a medida que se llevaba el toro a los medios. Excusa fue la entrega del burel sobre el peto de picar. Brindó el toreo al maestro Espartaco, presente en la barrera del dos. Acople y torería fueron las claves del inicio de faena, llevándose al toro muy ceñido, templando y ligando con buena mano ante un astado que embestía con clase. Supo Emilio darle tiempo al toro entre tandas, que agradeció el burel, sobre todo por el pitón derecho, pudiendo soplar buenos derechazos que subieron la temperatura del tendido. Exquisitos fueron los naturales, de trazo largo y al compás de la banda, que los cerró con unos pases de pecho con garbo. Puso la plaza boca abajo con esos naturales exquisitos. Mató de una gran estocada tras pinchazo. Dos orejas.