Dicen los profesionales que hay tres tipos de toros, uno en el campo, otro en los corrales y por último, uno bien diferente en la plaza. Por eso la labor de los veedores es tan complicada, siendo un trabajo muchas veces ingrato. Uno de esos toros que no podía fallar por trapío fue el mandado por la casa Flores a la corrida concurso de Madrid, un animal de una impresionante arboladura, pero con unas hechuras dispares.
Un toro grande, badanudo, serio, pero fuera de ese tipo de animal que tanto le embestía en esos años 90, donde estaba anunciado en los carteles de figuras. Un animal que no dio excesivos problemas en los corrales, más si cabe estando acompañado de animales de otras casas ganaderas a los que nunca había visto. Un astado que luego en la plaza no dio el juego esperado por su criador; en principio, no era el reseñado para esta corrida, pero tuvo que entrar tras estropearse uno de sus hermanos de camada.
Éste le tocó en suerte al albaceteño Rubén Pinar, un torero que conoce perfectamente este encaste. Un astado que durante tres días estuvo en los amplios corrales de Las Ventas.
Un toro que tuvo un comportamiento discreto en los primeros tercios, evidenciando cierta mansedumbre, algo que se evidenció en el tercio de muleta. Un festejo al que acudió nuestro director Marco Antonio Hierro, el cual cantó las virtudes y los defectos de seis astados, en el que únicamente sobresalió la bravura del de Peñajara en varas y el interesante comportamiento, en los tres tercios, del gran toro de Pedraza.
El segundo, de Samuel Flores, tenía dos soberanos pitones por delante y el lomo largo y recto, pero era una tabla visto por detrás, y por eso fue protestado. Ni tuvo empleo en el saludo que no existió de Rubén Pinar ni en el caballo, donde no se comportó como debe un toro en una concurso. Tampoco en la muleta, donde embistió con el pitón cambiado, manoseando y a oleadas que no dejaban ni colocar a un Pinar que no tuvo opción alguna de hacer el toreo. Dejó, eso sí, una estocada extraordinaria que no le sirvió para pasar del silencio.
Una tarde que tuvo como protagonista a dos toros que pusieron la emoción y la bravura que le faltó a un astado de Samuel Flores que no dio ninguna opción a Rubén Pinar, un espada que tampoco tuvo opciones con un burel de José Escolar que se apagó en la muleta. Rubén veía como las opciones de dar un golpe sobre la mesa se esfumaban por el nulo juego de su lote.