Navega entre el recuerdo de lo dura que es la soledad con el traje apolillado en el armario y la esperanza de que sí, de que se puede vivir de esto. Navega entre el si será verdad el sueño que ha tenido en los últimos siete años, mientras daba golpes de timón hasta encontrar su norte, y si será realmente cierto lo que está viviendo ahora. Porque si a Borja Jiménez le preguntasen hace un año -cuando campeaba por las dehesas onubenses buscándose el jornal diario de encina en encina y entre guarros- que si algún día pisaría Madrid, él suspiraría… pero de utopía.
Y ahora, once meses después de irse a otras encinas, las del campo charro, las que plantó Santiago Martín en el corazón de La Maestranza -qué golpe de azar que un sevillano haga el mismo camino pero a la inversa-, suspira por tener en la mano aquel sueño que Espartinas parió. Porque acabará el año de su vida hasta el momento con casi 20 paseíllos, tres de ellos en Madrid, uno en Sevilla y otro en Pamplona.
Y tras ello sólo radica la preparación espartana de quien decidió dejar su tierra, a su familia y amigos, su comodidad, su bienestar diario… para decir sí a la propuesta que en un tentadero en Aldeanueva le planteó Julián Guerra. La de seguir el camino de la verdad, la de hacerse fuerte en la adversidad que le había hecho torear sólo un par de corridas al año en las últimas seis temporadas, coger al toro de las excusas por los pitones, y ser libre a base de trabajo. Que, por otro lado, es lo único que puede salvar a un ser humano de caer en el pozo de la mediocridad.
Y así, sintiéndose realizado a base de la forja charra que supone vivir en torero, ha ido creciendo el rubio de Espartinas con la verdad de su sueño como horizonte. Algo que pesaba mucho más que todo lo demás.
Las circunstancias, el destino y la arriesgadísima apuesta del mentor por sacar a una persona del ostracismo a través de su profesión lo ha erigido, con permiso de Fernando Adrián -el gran nombre joven del 2023 con las dos Puertas Grandes de Madrid como aduana para ser figura en potencia-, como la gran revelación de la temporada. Le queda la espina de no haberse presentado aún en Francia como matador de toros, un país que siempre ha acogido historias románticas como las de Jiménez.
Ahora, el hombre que fue alimentándose simplemente de los tentaderos y de la atención de los ganaderos para seguir sembrando su sueño, tiene por delante cuatro pitones cárdenos para demostrar, el 8 de octubre en Las Ventas, que su alma quiere volar alto.