El Juli saludó en la puerta de chiqueros de rodillas al último toro de su carrera. La Maestranza explotó en un instante para el recuerdo en el que además dio todo un recital de toreo capotero. Luego el animal no acompañó pero sí lo hizo Julián, que a sones de Suspiros de España construyó una obra para no olvidar.
Así os hemos narrado el toro:
“Saleroso” llevaba por nombre el último toro de esta etapa del madrileño en los ruedos, un astado con buena clase, pero justito de motor, un animal con el que el madrileño realizó una faena de menos a más. Se fue a la puerta de chiqueros para recibirlo con una larga más allá del tercio. Paladeó el toreo a la verónica en un recibo saliéndose con el animal hasta casi el centro del anillo, para más tarde dejar un garboso quite por chicuelinas cerrado con una tijerilla muy torera. El de Garcigrande seguía manteniendo su temple y buena clase, pero parecía andar afligido en un tercio de banderillas donde saludó Fernando Sánchez tras un par de enorme mérito. Julián sabía que tenía que ir poco a poco sacándole el buen fondo que tenía un astado que le costaba, por su fuerza, el último tramo del muletazo, de ahí que no le apretara. Gracias a su buena colocación y a los toques suaves, el animal fue poco a poco alargando su viaje hasta llegar una tanda al natural de gran cadencia. Fueron de uno en uno, pero no importó. Volvería a la derecha para abrochar su faena con una tanda en redondo donde sí le pudo aproar a un astado que sí respondió ante la muleta de Julián. No fue la labor que soñaba para despedirse de Sevilla, tampoco lo fue el animal, pero ya era lo de menos. La oreja otorgada, no sin suspense final, cuantifican en la estadística, pero eso ya a estas alturas vale de poco.