Han sido dos días de una gran intensidad para Julián López ‘El Juli’, un torero que en algo más de 26 horas ha vivido dos tardes donde pudo despedirse en plenitud de dos aficiones como son las de Madrid y Sevilla. Bien es cierto que los toros no acabaron de acompañar para poder ver al torero madrileño en plenitud, pero eso quizás era lo de menos, Julián ya había demostrado durante toda su carrera ser un torero con mayúsculas.
El sábado a las seis de la tarde daba comienzo el paseíllo en la Monumental plaza de toros de Las Ventas, un coso que siempre le ha mirado con lupa, pero que al final acabó rendido ante un torero que nunca ha rehuido el compromiso con la afición venteña. Sería en el segundo de su lote cuando podría sentirse torero en una faena que sin ser rotunda si fue muy emotiva. Una labor que en otro momento no hubiera sido premiada con el doble trofeo, pero que esa tarde tenía un condicionante distinto, era su última tarde en Madrid.
Algunos hablan de una puerta grande injustificable, otros de un premio a su trayectoria, lo que sí queda claro es que Julián iba a Madrid, a sentirse, a desplegar su toreo y no a contar las orejas. La faena fue valorada y enjuiciada por una presidencia que en otras ocasiones fue rácana con él, esa que hoy mostró cierta indulgencia ante un torero que de no haberse concedido el doble trofeo hubiera salido andando por la puerta de cuadrillas como así haría 24 horas después en La Maestranza tras negarse a ser izado en hombros como ya se hiciera con otros espadas años atrás.
El Juli, un torero que nunca ha sido conformista
Porque Julián no es torero conformista, sabe que las cosas cuentan un mundo ganárselas, y, sino que se lo pregunten a Daniel Luque. El madrileño llegó a Sevilla tras ese triunfo de Madrid en el que sería su último viaje antes de la retirada. Muchos recuerdos pasarían aquella noche por su cabeza, el adiós estaba cerca, el reloj de arena poco a poco iba acortando los tiempos. Su primer paseíllo en Sevilla como novillero, su presentación como matador, esa primera Puerta del Príncipe que no pudo saborear tras ser corneado por el segundo de su lote, la apoteosis con el indulto de ‘Orgullito’, la comunión con la plaza, el grave percance de 2013… todas sensaciones que hicieron de su paso por La Maestranza fuera algo único.
Un debut que se produjo el 22 de abril de 1999, fue con la corrida del hierro gaditano de Mari Carmen Camacho junto a Juan Antonio Ruiz ‘Espartaco’ y Francisco Rivera Ordóñez en una tarde donde su balance fue de gran ovación y silencio. Al día siguiente volvería para matar la corrida de Jandilla junto a Curro Romero y Enrique Pone en lo que sería su primera Puerta del Príncipe tras cortar tres orejas. Esta sería la primera de las 7 que conseguiría a lo largo de su carrera, un espada que se ganó con creces, una despedida por todo lo alto.
Un cúmulo de sensaciones que pasaron por su cabeza en el último viaje antes de su retirada: un tren de Madrid a Sevilla con toda una carrera volando en su cabeza, esa que durante 25 le hizo sentirse vivo y pleno, esa que le llevó a convertirse en un torero admirado, querido y respetado tanto por la prensa como por los ganaderos, compañeros de profesión, empresarios y aficionados. Toda una vida dedicada por y para el toro, ese que hizo evolucionar gracias a su gran concepto y a la idea de un tipo de toro y embestida, sin duda, como bien apunta Javier Núñez, “un estudioso del toro y del toreo, desde Joselito, la figura que más ha influido en la evolución de la ganadería”.