MARCO A. HIERRO / FOTOGALERÍA: LUIS
SÁNCHEZ OLMEDO
La feria del traje llegaba a Las Ventas para abarrotar los
tendidos de isidros y chulapas de colorín sin fondo por el día del Patrón.
Guerra mundial se anunciaba, después del duelo del viernes, entre un extremeño
y un peruano que tuvieron que jugársela a pedradas por mor de una juampedrada inválida que superó los mejores
sueños de quienes desean su mal. Hasta siete toros echó el criador de reata, y se
fueron entre pitos todos; los que arrastraron y los que se fueron por la puerta
que salieron, dando la alternativa a los bueyes y a la banda.
Florituras que llegaron después de hora y media de tedio, de
armatrostes por los suelos, de un zapatito tercero que tampoco anduvo en pie; de
una ceremonia de foto para el que se elidió de la tarde hasta que tocaron a
sexto; de una colección de miradas y gestos entre los dos gallos del festejo
que se anunciaban las ganas y con ellas se marcharon y de un Florito desbordado
para dejar florituras de mitad hasta el final. La ovación de la tarde hizo
levantar a la banda por honrar a San Isidro con la Verbena de la Paloma. Todo
dicho, primo. Que la culpa es del toro artista cuando da más pena que miedo al
que calienta la piedra. Y dejémonos ya de respeto cuando se le pierde de forma
holgada al que paga para ver.
Y al que se viste de luces con la ambición de un chiquillo que se
planta en los medios a soplar pedresina inmóvil al que pereció que iba a
embestir. Con el cuchillo entre los dientes llegó Talavante a Las Ventas y se
fue desinflando la fe entre soserías y mimos. El cielo buscó Alejandro para
dejar sus cositas claras, y lo estrellaron contra el piso dos sacos de solomillos
tiernos con los pelos en castaño y la raza perdida entre libros viejos y
alquimias por comprender. Ni para jugarse la vida tuvo ante sí el extremeño,
que salía envenenao buscando la
furgoneta.
Tres toros paró Roca Rey cuando llegó el quinto acto. Vibrante y
de cabeza amueblada fue el saludo al quinto bis, con tafalleras en el centro
del platillo y una larga cambiada de rodillas para rematar. Remató el recibo y
al toro, porque sucumbió el desrazado cuatreño y no había llegado la vara. Pero
el sobrero de Marca que terminó lidiándose ni para pegarse un arrimón sirvió.
Con el zapatito tercero, el menos del aburrido encierro, le midieron esta tarde
lo que derrocharon antier. Y volvió a sacar el valor y a ponerse para no
quitarse, pero no tiene sentido el rito cuando no se atisba la emoción.
Posada la tuvo en el brindis que confirmaba su borla. De ahí para
adelante no se le recuerda hito que merezca una reseña. Porque lo más
importante de la actuación del extremeño fue que asesinó en varas al sobrero de
Mayalde, lo más parecido a un toro que saltó en esta corrida. Porque tuvo
humillación, codicia y calidad cuando tomó los percales, poder para campanear
al penco en el segundo puyazo de tres que fueron criminales y arrancarse un par
de veces a una muleta que apenas vibró amenazando un cartucho del pescao que se
murió en la propuesta. La clase de Posada no luce cuando la embestida llega
compleja, como le pasó con el primero, porque depende de la respuesta para
amasar bien su pan; si uno no pone la chispa, el otro no tiene con qué ponerla.
Y cuando, ausente todo el festejo, se la ofreció el cierraplaza ya se había
olvidado la gente de que estaba en el cartel.
Un cartel de florituras para barrer los juampedros, responsables
del cabreo del tendido en general, del aplazamiento del duelo, que ya será en
otra plaza, y del mal recuerdo del santo el año de mayor fe. Que sea lo de
Florito lo que de verdad funcione…
FICHA DEL FESTEJO
Plaza
de toros de Las Ventas, Madrid. Feria de San Isidro, décima de abono. Corrida
de toros. Lleno en los tendidos.
Siete
toros de Juan Pedro Domecq, una escalera de presencia. Un sobrero de José Luis
Marca, quinto tris, y otro del Conde de Mayalde, sexto bis. Docilón y de
humillación sin vida el feble primero; de cierta calidad sin fondo el hermoso
segundo; con más fijeza y codicia que poder el humillador tercero; pasador sin
transmisión el noble cuarto; devuelto por inválido el quinto; igual el
escurrido quinto bis; inválido el quinto tris; masacrado en varas el poder y
boyantía del bravo sexto bis.
Alejandro Talavante (obispo y oro): Silencio y
silencio.
Roca Rey (caña y oro): palmas tras aviso y palmas.
Posada de Maravillas, que confirma alternativa
(marino y oro): Silencio tras aviso y silencio.