Basta con ver la foto que ilustra este editorial para darse cuenta de que la plaza de toros de Las Ventas, tal como la conocimos, ya no existe. Basta con saber que un gigante como Luis Olmedo -que conoce esta plaza como la mejor de su barrio de Chamberí– estuviera esperando algún tipo de reacción de este tipo, y por eso tenía el objetivo apuntando, para darse cuenta de que los esfuerzos denodados por llenar los tendidos de una plaza cuyo triángulo del tendido 5 se iba haciendo cada vez más grande, han metido en casa males -quizá- mayores. O, por lo menos, bastante más difíciles de mitigar.
Estos desvergonzados, con el calcañar al aire, la botella de ron y la cola de dos litros, no le llegan en descaro ni a la suela de los zapatos a gente como Loquillo, como Jaime Urrutia, como Andrés Calamaro, como Joaquín Sabina. El descaro no es transgredir las normas por el mero hecho de hacerlo, sino por ganar un palmo de libertad que antes no tenías y con lo que haces, adquieres. Pero no; eso no te da derecho a comportarte como un auténtico gamberro sin valores, porque todos los mencionados anteriormente tenían a Antoñete para buscar un espejo, una bandera, una personalidad que se ajustaba a lo que ellos eran y que trenzaba a la perfección sus valores -los de todos- con los del toro.
Aquella generación de la Movida, que venía de una disctadura y una represión importante en su forma de actuar, de decir y de comportarse tenía mucho terreno que ganar, pero sabía, además, que sobre ella caía la responsabilidad de conseguirlo. Y conocían los momentos y la pertinencia o no de los gestos. Nada tiene eso que ver con la ‘peineta’ que un mocoso le hizo a toda la plaza de Las Ventas porque le pusieron coto a su desvergüenza, algo que jamás tuvieron que hacer con aquellos que transgredían los clichés sociales, pero conocían las liturgias de lo que les hacía sentir su libertad.
Valores. Son valores lo que no les estamos enseñando a estos chavales que llegan a Las Ventas y creen que el festejo es sólo aquello que les impide entrar en la discoteca. Entre otras cosas, porque el insoportable cambio de idiosincrasia de la plaza más importante del mundo tiene mucho que ver con eso.
Y ahora, si me hacen el favor, busquen en el escalafón taurino actual quién puede ser ese Antoñete que estos chavales necesitan hoy…