MARCO A. HIERRO / FOTOGALERÍA: LUIS SÁNCHEZ OLMEDO
Al día del juicio final llegaban tres
reos de una tarde y seis malhechores de cuatro patas de los que sólo uno, el
quinto, quedó libre. Al día del juicio final, en el que dictó el Sanedrín sin
compasión su inapelable sentencia, le dio el tono gris el cielo, la solemnidad
la sangre y la decencia el jurado, que pospuso la causa de quien pagó con
sangre, sentenció sin piedad al que ya venía condenado y absolvió conmovido al
que mejor alegato expuso por la contundencia de sus pruebas.
Llegó Morenito de Aranda al día del
juicio final sin más madera en la lumbre y sin velocidad de crucero para
alcanzar el destino. Se le había ido al de Burgos la tarde de iniciar feria sin
más pruebas a favor que retazos de su gusto. Mal respaldo a la exigencia cuando
te buscan la excusa en la frialdad de un despacho que mira aforos y duros. Así
le candaron grilletes a quien descerrajó el portón un día y cortó una oreja
otro la pasada primavera, aunque la memoria viva muera según en qué casos. Así
llegó Morenito al día del juicio final.
Por eso declaró su inocencia con la
gallarda figura descansando en las rodillas y un capote cubriendo miedos.Delante del portón de los sustos se fue a humillar el de Aranda para que no hubiera
dudas para juzgar su intención. Y allí le voló el percal a uno que lo vuela
bien, porque le mete el riñón palante,
le abre el medio compás, le juega la cintura al trazo y le parte la muñeca al
lance para relamer el olé. En dos saludos y un quite quedó patente en el ruedo
que rezuma calidad la capa de parsimoniarlances que maneja el burgalés.
Pero fue la mano izquierda la que
conquistó a los jurados que escuchaban el relato. Era la cuarta tanda de una
faena ascendente. Las nueve menos diez minutos brillaban en el reloj. Se había
doblado por abajo con el Ventorrillo franco, que buscaba la muleta como el agua
estando al sol. Le había dado distancia al funo, lo había esperado dispuesto
con la muleta adelante y enterrado en el compás. Le había sacado el palillo por
debajo de la pala, girado el talón detrás sin perder jamás un paso, colocado en
la distancia para ligar y ligar. Todo eso le había hecho el burgalés desbocado
a ese toraco noblón. Era la cuarta tanda, clave en la labor de Jesús, que se la
echó a la izquierda sabiendo que era el momento de torear o morir.
Le echó al morro el trapo terso, le
cosió el belfo a los flecos, le disparó abajo el vuelo y latió cada vez más
despacio los naturales Moreno, palpitando cada cite, en la distancia o la nada,
despatarrado y en trance, con el mundo diluyendo cuanto había alrededor. Tres
naturales, el de pecho, la firma maciza y pura, otro remate por bajo para
relamer los restos y un tío roto por dentro abriendo los brazos en cruz para
saberse superhombre. Elegido. Torero. Lloró aún dos tandas más de mano desnuda
y rota, y un final por ayudados de cintura cimbreante y firma de foto buena.
Volvió a conquistar Madrid el Moreno sonriente, pero se quedó una oreja en la
mitad de la espada. Esa que reflejó la luz por no haber calado la entraña.
Calado se fue –ese sí- el Caballero de
la verdad, el que se pone y se pone así le pase el tren por encima. Pero esta
vez le pasó, y se le aplazó a Gonzalo el juicio final de hoy. Porque le partió
las carnes un mulo de trillar campos al que le dio las ventajas el que no tenía
más tardes. Tintado estaba de sangre el vestido de Gonzalo, al que le manaba
copioso el precioso hilo vital cuando se empeñó en matar al bicho antes de
coserse el cuero. Un tío el chaval de Madrid, que merece un nuevo juicio por
insuficiencia de este.
Reo de muerte el encierro, que no se
cayó, es verdad, pero tampoco enseñó en Madrid la casta de la sangre nueva.
Aunque saliera un cuatreño para alicatar el piso. Juicio final en el aire por
pruebas a última hora. Lo de El Capea… lo refleja bien la ficha.
FICHA DEL FESTEJO
Plaza
de toros de Las Ventas, Madrid. Feria de San Isidro, séptima de abono. Corrida
de toros. Dos tercios de entrada en tarde de viento y agua a ratos.
Toros
de El Ventorrillo, bien presentados
y con seriedad para Madrid. Áspero y bronco el deslucido primero; correoso y
reponedor el segundo; topón sin ritmo y a menos el tercero; renegón pero
pasador el castaño cuarto; repetidor, pronto y franco el quinto; ni se quiso
ver al sexto.
El Capea (ciruela y oro): pitos, pitos tras dos avisos y pitos.
Morenito de Aranda (nazareno y oro): Silencio tras
aviso y oreja.
Gonzalo Caballero (canela y oro): Ovación
mientras se dirigía a la enfermería herido
PARTE MÉDICO de Gonzalo Caballero:
Herida
por asta de toro en cara interna tercio medio muslo izquierdo con dos
trayectorias, una de 20 cm hacía dentro que contornea el fémur y alcanza cara
externa del mismo contusionando paquete vasculo – nervioso y produciendo destrozos
en músculos vasto interno, crural y vasto externo, y otra de 15 cm hacía fuera
y ascendente que alcanza el fémur. Es intervenido quirúrgicamente en la
enfermería de la plaza de toros, pasando al hospital San Francisco de Asís.
Pronóstico grave, que le impide continuar la lidia.
Fdo :Dr
García Padrós