MARCO A. HIERRO / FOTOGALERÍA: LUIS SÁNCHEZ OLMEDO
A un No estuvo la tercera de abono de
mandarnos para casa antes de que saltase el primero. Y demasiado bien estaba el
suelo después de la que le había caído en las últimas 24 horas -¿qué hubiera
pasado si llegan a suprimir el peralte para Morante?-. A un No, que fue el que
comenzó dando Juan Bautista cuando vio el barrizal. Pero fue con la boca chica,
porque de sobra conocido es el historial del galo cuando le acompaña la lluvia.
Hasta una puerta grande en este coso tiene el francés con el aguacero por
bandera.
Hoy volvió a bautizarse en pelo, algunos
años después, con el poso ganado y la ambición más mermada que la del imberbe
gozalón que conocía la vida porque hasta de albañil había currado. De poner
ladrillos a vivir del toro solo mediaba jugarse la vida unas cuantas veces al
año. Y lo comprendió Juan, que aprendió la técnica para ganar en valor, que
entrenó la expresión para que dijera más arriesgando menos y que se fue
haciendo mayor para ganar en rentabilidad lo que perdía en derroches. Ese
Bautista, y con agua de lluvia, se presentó hoy en Las Ventas. Media hora más tarde
para que obrasen los currantes el milagro del ruedo en el que toreaba él. Y
toreó.
Toreó y ganó. Porque cuando arrastraban
al primero con una oreja menos había decidido Madrid que mereció la pena burlar
al chaparrón, calentar la mojada piedra y armarse de valor para salir de la
plaza a las diez de la noche. Ganó el galo por soplarle verónicas cadentes y
darle compás a la humillada clase que anunciaba el de Montealto sin saber la
duración. Ganó Bautista también esa batalla, porque tuvo entre las telas a un
toro bravo que asentó la vitola de este hierro a base de humillar arrancadas,
volcar la cara y empujar con las puntas la tela que templaba Juan. Colocación
en los cites, encaje en los embroques, suavidad en los trazos y ni un miserable
enganchón. Se descargó en los riñones el francés en tres derechazos desmayados
que bautizaron al toro con toreo de paladear. Tal vez faltó la exigencia, la
pelea, la imposición exprimidora de la tanda perfecta y la comunión con la
grada. Por eso se quedó en oreja lo que iba para cortar dos. Bautizada está
Madrid con Bautista cuando llueve, pese a que no se entendiese con el bastísimo
cuarto tras un comienzo esperanzador.
Bautizado está también un Morenito de Aranda que ha calado en
Madrid con su gusto singular. Y dejó sobre el ruedo grande el toreo de capote
de quien deletrea la verónica, de quien sabe cincelar una media en la retina
del exigente y de quien se va al portón de los sustos para fijar referencias.
Supo encaderarse Jesús en el saludo al quinto, que ahí dejó de embestir por
pura pereza de mover el armatroste que tenía por cuerpo. Pero fue con el
segundo, toro alto pero de buen fondo, que fue material propicio para meter
mentón al pecho y darle trapo por debajo de la pala. Tal vez le faltó la continuidad
a una labor que hasta tuvo raja después del tremendo volteretón. Y tal vez por
eso no tocó pelo por enésima vez el brugalés bautizado en Madrid.
De Madrid venía también José Manuel Mas, que derramó lágrimas de impotencia
cuando vio cómo el tercer aviso le impedía descabellar al armario cierraplaza.
Y no pasó de amarga anécdota el hecho que cerró el festejo en que volvía a
Madrid tras cinco años sin ver un pitón en un ruedo de pasar jindama. Lo peor
fue que quiso mucho y hasta le salió a veces el buen torero que le late en el
pecho, pero le faltó rodaje para colocarse en el sitio de la ligazón al tercero
–que no permitió un error, parándose cuando lo había- y para apostarle la vida
al desclasado sexto, que tuvo, sin embargo, la transmisión y movilidad que gusta
en el alma a esta plaza. A ambos les mató la chispa por no encontrar el oficio
para pisarles el sitio con la seguridad que requiere sangrar o encontrar
futuro. Y pocos recordarán su tarde cuando recuerden San Isidro; a él no se le
olvidará jamás.
Como no la olvidará Agustín Montes que echó un toro de bandera un
año después de labrar su mito. Pero también otros cuatro con posibles para
cortar orejas en las circunstancias favorables. Lástima que hoy llegase el
bautizo con lluvia y anduviese revuelto el tiempo.
FICHA DEL FESTEJO
Plaza
de toros de Las Ventas. Feria de San Isidro, tercera de abono. Corrida de toros. Media plaza en el tendido con la tarde amenazando lluvia y rozando la suspensión por el estado del piso.
Seis
toros de Montealto, grandes y desiguales de presencia y tipo. Bravo,
humillador y de gran fondo el buen primero; repetidor y con transmisión
el alto y basto segundo; de buena condición y fuerza justa el bajo
burraco tercero; con voluntad de embestir pero exceso de corpachón el zambombo cuarto; a menos el mulo quinto; con transmisión sin clase el repetidor sexto.
Juan Bautista (caña y oro): oreja y silencio.
Jesús Martínez «Morenito de Aranda” (canela y oro): ovación y ovación tras aviso.
José Manuel Mas (lila y oro): silencio y silencio tras tres avisos.
INCIDENCIAS: Con media hora de retraso para acondicionar el ruedo y
media plaza en los tendidos rompió el paseíllo en la tercera de abono.