Se helaban los corazones, se paraba el tiempo cuando Emilio de Justo caía al suelo tras una estocada sin trampa ni cartón a un toro del hierro sevillano de Pallarés el Domingo de Ramos del pasado año. Un percance que cortaba de raíz la temporada de un torero que pudo quedar paralítico si la mala suerte se hubiera cebado con él. Fueron instantes de nervios, de no saber qué camino tomar; el extremeño se quejaba enormemente de la espalda, esa que había sufrido toda la fuerza de un astado que no perdonó a un torero que entró a matar o morir.
“Estoy soñando con volver a ponerme el vestido de luces”, dijo días después de leer el escalofriante parte médico. “Estoy con la envidia sana de ver a los compañeros cada tarde en Madrid, viéndolos por la televisión, pero también alegrándome mucho de los triunfos que estoy viendo de compañeros y amigos que se lo merecen”, señaló De Justo aquel 15 de mayo de 2022.
Un espada que reaparecería meses después en Almería en un cartel de auténtico lujo junto a Andrés Roca Rey. Como era lógico, la inactividad no permitía ver la mejor versión de un torero que procuró que ese final de temporada fuese una puesta a punto para el exigente 2023 que iba a tener por delante. Un año que comenzó con su nombre en las grandes ferias y en los carteles de postín. Se le veía bien físicamente. Un inicio con faenas importantes en cosos como Sevilla o Madrid. Aún le quedaba algo de tiempo para llegar a su verdadero nivel. Y lo ha logrado en el ecuador de una temporada mágica.
11 DE MAYO: La puerta grande de Madrid: gloria a los toreros bravos
Lo que hace diferente al toreo es la verdad. No hay ningún otro espectáculo en el que todo lo que ocurra sea tan íntegro y sin engaños. Aquí, lo que hay, es lo que se ve. Por eso molesta tanto en esta sociedad que se asusta cuando se ve reflejada a sí misma. Los que tuvieron la suerte de aprender que en la vida la verdad sólo tenía un camino entendieron que para ir con ésta por delante, simplemente hay que entregarse, de manera incondicional y sin límites.
Emilio de Justo lo lleva muchos años haciendo, se ha entregado hasta cuando España se había olvidado de él y tenía que refugiarse en la afición del país vecino, esa que ha sostenido a tantos y tantos toreros que después han alcanzado el Olimpo. Por eso, el 11 de mayo, en su regreso a Madrid tras el fatídico percance un año y un mes antes, Emilio sólo tenía que ser fiel a sí mismo. Y lo hizo elevando la verdad a su máximo exponente y coronándose como el auténtico rey de Madrid, volviendo a abrir la puerta grande de nuevo.
Ante ese bravo quinto, Emilio ya se tocó el corazón con la montera en el brindis. Propuso después el toreo ante la raza enclasada del funo por el derecho, que siguió con ahínco la mano diestra del torero en dos primeras series de calado. Y para poderle era su tranco a zurdas, por se enrazó en la segunda, incluso durmiéndose en un natural que hiló con una trincherilla. Y por esa mano siguió embaucando a un toro bravo al que llevó por abajo en el final de obra. Y la estocada recibiendo al de Garcigrande que le puso en sus manos el doble trofeo.
Tras el ecuador de la temporada: un De Justo más reposado, templado y rotundo ante los toros
De Justo iba poco a poco sintiéndose mejor, encajándose más y mejor con los toros. Esa regularidad que le faltaba iba poco a poco consiguiéndose, algo que provocó que el extremeño fuera cogiendo velocidad de crucero hasta llegar a un verano donde se le ha visto pleno cuajando toros de principio a fin.
El cacereño, que comenzó su temporada 2023 en España en la Feria de Olivenza lidiando la corrida de Garcigrande, prosiguió en citas como Valencia, Almendralejo -donde paseó cuatro orejas-, Arenas de San Pedro, -donde cortó tres-, la Feria de Pascua de Arles donde se llevó un premio del encierro de Victoriano del Río y la doble tarde en La Maestranza de Sevilla. En la tarde de Victorino Martín, De Justo dejó su toreo reposado y entregado ante un toro cárdeno al que le paseó un premio de mucho peso.
Tras ello, llegaron citas como Guijuelo, Aguascalientes, las cuatro tardes en Madrid -con la citada Puerta Grande en la primera de ellas-, destacando también la última, donde dio la cara con creces frente al encierro de Victorino Martín en la Corrida de la Prensa.
Entre tanto, se entretuvo el cacereño en dar la cara de forma triunfal en cosos como Valladolid, Plasencia, Sanlúcar de Barrameda, Istres, Algeciras, Alicante, Saint-Sever, Burgos o Soria. Y el regreso a Pamplona y Mont de Marsan, coso este último en el que cortó dos orejas a un bravo toro de La Quinta en una de sus faenas del año.
La campaña de Emilio prosiguió también de forma rotundna por cosos como los de Roquetas de Mar, Santander, Íscar, Dax, Huesca, Málaga, Almería, Bilbao, Linares, Cuenca, Bayona, Melilla, Valladolid de nuevo en su feria de septiembre, Murcia, Dax de nuevo en su feria de Toros y Salsa, Navalcarnero, el municipio ciudadrealeño de Almodóvar del Campo, Albacete, Nimes, la segunda tarde en la feria de Albacete de nuevo, Salamanca, Logroño, Corella, Úbeda, Hellín y el cierre triunfal de temporada con tres orejas en Zaragoza y Jaén.
Fue precisamente la tarde del Pilar una de las más importantes de las alcanzadas por Emilio de Justo en toda su temporada, logrando tres orejas en el Coso de la Misericordia, del que salió en volandas y se proclamó triunfador del serial.
El final de temporada de un torero para no olvidar
Emilio de Justo es un torero que siempre ha sido fiel a su concepto, y que pese a pintar bastos se mantuvo firme y no varió ni un ápice ese tipo de toreo que había calado en los aficionados en esos años de guerras de guerrillas. De Justo sigue dando motivos para ir a verlo, un torero que cada día que pasa tiene más mérito por todo lo vivido en el pasado. Un espada que sabía que ese era su momento y no quiere dejarlo pasar; de hacerlo sería tirar por tierra todo el trabajo y el esfuerzo realizado todos estos años atrás.
Pero el camino hasta llegar a este punto no ha sido fácil, el recuperarse en tan poco tiempo de una lesión tan grave es tremendamente complejo, por eso había que ser paciente y una vez delante de la cara del toro dejarle un tiempo prudencial -ni él mismo sabía cuanto duraría- para volver a cogerle el pulso a la exigencia, esa que nunca rehuyó el de Torrejoncillo.