Con la llegada de José Antonio Morante de la Puebla al mundo ganadero aumenta la cifra de diestros que decidieron apostar por la cría y selección de este majestuoso animal. El diestro cigarrero llevaba tiempo dándole vueltas a la cabeza, deshojando la margarita de cara a dar el paso definitivo para ser criador de bravo y así unirse a nombres de otros matadores como Pedro Gutiérrez Moya “El Niño de la Capea”, Juan Antonio Ruiz “Espartaco”, Julián López “El Juli”, Miguel Ángel Perera o Alejandro Talavante entre muchos otros.
Pero el sevillano sabía que de dar el paso tenía que hacerlo desde la vía del romanticismo y ahí entraba el legendario hierro de Pérez de la Concha, ganadería donde toreó por primera vez el diestro de La Puebla del Río. Pero existía un problema, los derechos del hierro eran propiedad de la RUCTL y su salida a subasta era únicamente accesible para miembros de la porpia Unión, de ahí que su amigo Fermín Bohórquez pujara por él. “El hierro de Pérez de la Concha lo he comprado yo, pero el dueño es Morante de la Puebla” comentaba el propio ganadero jerezano hace unos días en una tertulia en Almodóvar del Campo.
Una vez cumplido dicho sueño, el diestro oriundo de la Puebla del Río optó por irse a casa de la familia Lozano para hacerse con vacas y sementales de sangre Núñez, una de las más emblemáticas del campo bravo. Todo el ganado pondría rumbo hacia el sur de nuestra piel de toro, lugar donde Morante de la Puebla posee la finca “Malvaloca”, un lugar cargado de simbolismo al estar muy cerca del término municipal de Utrera, la cuna del toro bravo.
Un sueño bravo ubicado entre Las Cabezas de San Juan, Utrera y Villamartín
La finca se encuentra en el triángulo formado entre Las Cabezas de San Juan, Utrera y Villamartín, una zona eminentemente agrícola, pero que ha dado cobijo a ganaderías históricas a lo largo de su histórica. Murube, Jódar y Ruchena o Guardiola, son algunas de las más emblemáticas que hay por la zona actualmente. Pero esta zona también tiene otra carga simbólica que Morante ha tenido muy en cuenta. A pocos kilómetros de “Malvaloca” se encuentra “Gómez Cardeña” el sueño utrerano de Juan Belmonte, espada al que siempre admiró José Antonio, ese que dio cobijo en esta zona sevillana a su ganadería de bravo, una joya desconocida para la mayoría que guarda celosamente los recuerdos del Pasmo de Triana.
“Las primeras noticias de “Gómez Cardeña” datan del siglo XV. Le fue concedida en donadío a Guillén de las Casas, Veinticuatro de Sevilla y tesorero mayor de Andalucía. Pasó por diversas manos hasta que en 1934 Francisco de Borja de Silva y Fernández de Henestrosa, marqués de Zahara, se la vendieron a Juan Belmonte” nos contó en su día el añorado y recordado Fernando Carrasco en las páginas de ABC de Sevilla. Una finca con más de 1.300 hectáreas en la que se encuentra un cortijo puramente andaluz.
“En el interior, otro de los muchos salones, el que preside la plaza de tientas, guarda como joya extraordinaria uno de los magníficos retratos que Zuloaga pintó de Belmonte. Hoy, después de sesenta y un años de su muerte, “Gómez Cardeña”, el “Sancta Sanctorum” que soñó Juan Belmonte, sigue conservando el espíritu que le imprimió un genio del toreo. Y de la vida”, podíamos leer en ese magnífico reportaje publicado por ABC de Sevilla.
Ahora, José Antonio Morante de la Puebla comenzará su vida como ganadero de reses bravas, lo hará en una de las zonas más señeras del campo andaluz, un territorio de unduladas colinas entre las provincias de Sevilla y Cádiz. Su orografía es perfecta para la agricultura, pero también tiene zonas eminentemente ganaderas, refugios con cierta arboleda donde se puede amparar el ganado bravo en verano. En “Malvaloca” pastarán los citados animales que en su día la familia Lozano le compró a los herederos de Carlos Núñez y que anunciaron a nombre de Alcurrucén.
Juan Belmonte y su retiro ganadero en Gómez Cardeña
Basta con bucear por Internet para encontrarnos multitud de referencias sobre Juan Belmonte, la mayoría de ellas datan de su vida como torero y su posterior vinculación los intelectuales de la época. Pero pocos, fuera del mundo del toro, saben que el sevillano compaginó sus labores de torero y ganadero. En 1922 anuncia su primera retirada en Lima, reapareciendo en los ruedos en 1924. En esa época se convirtió en ganadero, continuando toreando hasta el inicio de la guerra civil española en 1936.
En la actualidad hay alguna ganadería de bravo que sigue manteniendo la sangre oriunda que en su día seleccionó el propio Juan Belmonte, sin ir más lejos, en la ganadería de Cuadri aún perdura tras casi 70 años la sangre que en 1954 le comprara Celestino Cuadri a José María Lancha (los Gamero Cívico de Juan Belmonte oriundos de la rama Parladé). “Ya fuera de la profesión, Belmonte se retira al campo. En su finca Gómez Cárdeña se siente a gusto. Monta a caballo, tiene una gran afición a la garrocha, acosando junto a Diego Mateos, mayoral de la casa. Juan dirige los tentaderos de su ganadería, donde torea de vez en cuando para asombro de todos los presentes”.
Buscando más sobre El Pasmo de Triana. y sus años como ganadero, nos topamos con una entrevista realizada a Diego Mateos, criado y casado en la finca “Gómez Cardeña” donde su padre trabajó como mayoral. “En la tienta, a Belmonte le gustaba que al acabar el matador saliera algún aficionado para observar la actitud de la becerra, y él siempre me animaba a hacerlo como muletilla, pero en esos días otro torero me negó la muleta para tentar, y cuando mi padre me mandó a colocar los capotes y las muletas, se acercó Belmonte al almacén, cogió una de ellas y me la dio diciendo que mientras él estuviera allí no se me iba a negar una” contaba el propio Diego Mateos, hijo del mayoral del mismo nombre.