PABLO LÓPEZ RIOBOO
Dicen que Sevilla es una
plaza de sensibilidades, distinta a todas, una plaza donde no hay un patrón
definido, hay momentos en el cual el silencio lo embriaga todo, muchos dicen
que es más duro el silencio de Sevilla que una bronca en Madrid, pero Sevilla
también es color, pasión, música… y hoy volvimos a vivir un instante mágico, genuino,
sevillano, dos hombres de plata, en este caso uno de azabache conseguían un
hito histórico, sonó la música en un par de banderillas, algo que solo pasa en
esta Bendita ciudad.
Vivir sin aire, ese instante
dónde todo pasa en un suspiro, un momento, una sensación pasajera pero que
perdura en tu memoria, así fue el histórico tercio de banderillas del tercero
de la tarde. Tres toreros hicieron honor a su profesión en un tercio de
banderillas histórico y perpetuo. Dejó volar sus muñecas de seda Ambel para
embarcar la embestida del enclasado animal, le anduvo suavemente hacia atrás, le
abrió los caminos, meció el capote como si la cuna de su hijo se tratase,
delicadeza, tacto, despaciosidad en cuatro capotazos de elegancia y torería. Barbero
contribuyo a la obra con un par torero, medido y aunque algo delanterito, muy eficaz.
Curro Javier por su parte brindó a la Maestranza su obra más efímera, dos pares
-excepcional el segundo- que hicieron crujir Sevilla, todo ello acompañado por los sones de la banda de Tejera -que sensibilidad-, banda que arrancó nada más colocar
Ambel al toro tras un lance sutil, bello, armónico, una obra de arte que dejó
sin aire a una plaza que había perdido toda noción del tiempo. La gente se
miraba, se pellizcaban para saber si vivían en un sueño o era real, qué más da
ahora.
Pero hubo un instante,
mientras todo el mundo andaba en trance y estado de shock, mientras todos se
frotaban los ojos y parecía tener la mirada perdida, un hombre vestido de
laurel y oro hacía un quite providencial. Tras el último par de Curro Javier,
Perera anduvo rápido y fresco de mente para evitarle una posible cornada
tras salir del par de banderillas, como cambia todo en un segundo, ese segundo
que seguro dejó si aire a más de uno, la cara y la cruz.
Hay dos toreros en la
cuadrilla de El Juli que se han ganado por derecho propio estar en el lugar
donde están, uno llegó hace poco, el otro lleva casi un lustro con el
madrileño. Soler meció la capa con finura, sin tirones, siempre ayudando a un
toro, pocos capotazos pero siempre toreros. Por su parte Álvaro Montes también
destacó en la lidia del quinto, templó las exigentes embestidas de un animal
bravo, todo se lo hizo bien, estuvo siempre atento a las palabras de su
matador. La lidia de toda la cuadrilla de Julián al quinto fue eficaz, medida y
serena, ante un toro que se desgastó mucho en el caballo y que rompió a galopar
en el tercio de banderillas.
Si hoy hubo un picador
sobresaliente en la tarde ese fue Aurelio Cruz. Un picador que todo lo hizo
bien, toreó a caballo, midió al animal en los dos puyazos, uno por cierto en
toda la yema, actuación sobresaliente que la Maestranza supo reconocerle con
una gran ovación.
Y os preguntareis… ¿y el toreo de capa de la cuadrilla del cigarrero?, y tenéis razón, Carretero, sin tener una tarde sobresaliente cuidó al primero con capotazos suaves y sin obligarle, Lipi, novedad en la cuadrilla estuvo templado en su lidia al cuarto -sobresalió un capotazo cuando sacaba al toro del caballo-, por su parte Araujo anduvo eficaz toda la tarde, siempre bien colocado, luego el brillo capotero lo puso el de La Puebla de Río, el cual estuvo variado, templado y muy afanoso.
GALERÍA: MATITO