TEXTO Y FOTOS: LUIS SÁNCHEZ OLMEDO
De acuerdo, pues nos vemos el domingo a las
16:30… Nos
despide José León, hermano y mozo de
espadas de Miguel Ángel.
Y así, puntuales a la cita, llamamos a la
puerta de la habitación 419 del hotel Wellington. Nos recibe José.
– Buenas tardes, ¿Qué tal estás?
– Muy bien, gracias, encantado de estar con
vosotros.
– Mira, te presento al apoderado de Miguel Ángel.
– Encantado de
saludarle y mucha suerte – le respondo.
En ella, apurando el rato de descanso, se
encuentra Miguel Ángel León. Transcurren unos minutos y se termina de abrir la
puerta, al tiempo que se sube la persiana. Hecha la luz, aparece la figura del
torero. «Buenas tardes», me dice. «Buenas tardes y muchas gracias en nombre de
Cultoro por permitirnos compartir este momento», le respondo.
Se le
ve tranquilo, sin el menor atisbo de tensión en su rostro, y con un gesto
amable que transmite confianza.
Se incorpora y pierde la mirada al
frente, medita por unos instantes y se sienta a ponerse las medias, todo ello
con esa sensación de que el tiempo pasa pero su transcurso es imperceptible.
La
pausa, el reposo y el silencio, sólo roto para algún comentario entre Miguel
Ángel y su mozo de espadas, caracterizan este rito inigualable de vestirse de
torero.
Lances
al viento, una mirada cabizbaja, otra perdida, ahora al espejo, ese reflejo que
te devuelve rostro figura y ante el que meditas y anhelas que lo mejor de la
tarde esté por llegar.
Le
deseo mucha suerte, le agradezco nuevamente habernos abierto las puertas de su habitación
y me voy hacia Las Ventas.
Hotel
Wellington, Madrid, 3 de abril de 2016