Son ya muchos años, va para décadas que lleva Diego Urdiales buscando el rédito que le otorgue la pureza. Un torero de culto para el aficionado, el oasis de la pureza para el profesional, la brizna en el testamento del maestro Curro Romero. Puro lo ha sido siempre Urdiales, pero de eso no se vive, hasta que dio el golpe definitivo en 2018 y 2021 en Madrid y Sevilla.
Porque, estando convencido de morir con su concepto, siempre habían sido trazos, detalles, destellos, rabotazos aislados, más o menos intensos, para avivar el fuego y calentar las almas ávidas de ver torear mejor. Y cuando llegó la rotundidad, todo se hizo claridad: la de un torero que cumplirá 25 de alternativa en 2024 con la seguridad de ser eje perfecto en los carteles de figuras. Y que dure muchos años.
Porque hablar de Diego Urdiales es hacerlo de un espada que se sale de los cánones preestablecidos del toreo. El riojano lo interpreta de una forma muy personal y eso enganchó a una gran parte de esa masa que se deja llevar por aquello que le eriza la piel más que por la mecánica del toreo.
Larga vida a Diego, que afronta un cuarto de siglo como doctor que las Ferias deben valorar.
Y eso fue precisamente lo que pasó en una temporada 2023 con retazos de toreo caro. Porque la pureza nunca miente y esa es propiedad de Diego. Diego Urdiales.