MARCO
A. HIERRO / FOTOGALERÍA: LUIS SÁNCHEZ OLMEDO
El mano a mano al amanecer de la campaña hacía
esta tarde acto de presencia en la sexta de la Feria de La Magdalena de
Castellón. Alberto López Simón y Andrés Roca Rey se batían en duelo mano a mano
con los toros de Juan Pedro Domecq como materia prima. A las cinco en punto de
la tarde arrancaba el paseíllo.
Acucharado y zambombo era el melocotón primero, que hubiera lucido preciosa estampa en su peso y hubiera deslizado más su buena clase en los delantales de quietud que transformó Simón en chicuelinas y larga de toro al suelo por exceso de equipaje. También por chicuelinas interpretó el quite el madrileño con empaque y suavidad. Quietud y verticalidad en el inicio muletero a pies juntos tuvo Alberto, empujando inteligente la voluntad del Juan Pedro. En línea con la diestra para afianzar al toro, el trapo siempre en el morro, siempre encelarlo, siempre ofrecido. Pero fue al natural donde rompió la faena, cuando dibujó Simón despacio, vertical y sereno, tinto en sangre el purísima y oro para consagrarse al rito merendando pitón. Y el tendido roto con el madrileño, que concluyó de rodillas y sin ayuda, pasando al animal despacio por uno y otro pitón. Pero se fue al sótano el acero y solo una oreja le voló al esportón.
Aún menos de lo poco que abultada el segundo pareció después del grandón primero, y a ese le enjaretó Roca Rey cinco cordobinas de pitón en la talega para rematar con larga cambiada de rodillas en los medios. De pastilla bajo la lengua fueron las chicuelinas con tafalleras con que firmó el quite, dejando claro que no venía a pasar la tarde. Con estatuarios en los medios inició la faena, cada vez más cerca del calcañar. Pero no tenía empuje el de Juan Pedro para irse tras el trapo. Por eso tiró de valor para encadenar arrucinas y conquistarla los terrenos al torete, toreando luego muy despacio la arrancada bobalicona y sosa. Porque le faltó vida al juampedro, toda la que supuraba Andrés para intentar la conexión con el tendido. Entre los pitones se metió el peruano buscando una mínima colaboración, pero ni para cogerlo tenía espíritu el funo. Defectuosa cayó la media estocada y con una ovación tuvo que conformarse Roca Rey.
Más intención que brillantez tuvieron los delantales de López Simón al tercero, por el desinterés del toro y por el molesto viento que se levantó en los medios. Protestó el animal en el penco, donde terminó dejándose pegar sin raza. Fulgurante fue el comienzo de rodillas en los medios, esperando la llegada, empujando en los embroques y templando el de pecho inmenso que remató la serie. Muy despacio y a media altura embestía el animal, visitando los muslos en cada pasada que se ajustaba el de Barajas, sin mover una pestaña cuando se le quedaba el cuerno escarbando en el bordado. Muy puro en los cites, dando siempre los frentes, enroscando las pasadas deslucidas del renuente animal. Desprendida volvió a caer la estocada y una oreja fue el premio a una faena que iba para dos.
De rodillas esperó Roca Rey en el tercio la llegada del cuarto, que se le frenó delante sin que mudarse la color antes de pegarle la larga cambiada. De infarto fueron las gaoneras del quite, después de que campanease el toro al penco con riñones. Para López Simón fue el brindis, y en los medios se quedó para pegarle dos cambiados en una perra gorda, un molinete atrincherado que le manchó la media y uno de pecho para demostrar quién es. Muy templado con la diestra, fue desgranando los medios muletazos a que le obligaba la sosería del toro, que intentaba salar el peruano a fuerza de ofrecer los muslos, de atornillar las plantas y de llegar al tendido con espartano valor. Algunos naturales sueltos pudo dibujarse Andrés, que nunca volvió la cara a la falta de enemigo. De hecho terminó encunándolo el toro en las bernadinas del epílogo y paseando una oreja arrancada por la actitud.
Tuvo cadencia y compás el saludo a la verónica de López Simón al quinto, que le humilló con ritmo hasta el torerisimo remate a una mano con que se enroscó el broche final. Y con faroles de rodillas quitó el madrileño ante la entrega del tendido. Le devolvió Alberto el brindis a Andrés y en la distancia de los medios citó para que ganase inercia el flojo juampedro, recogiendo la llegada a media altura y con mucha suavidad para que no le pensase el rabo. Muy sincero en los cites, tuvo que ayudar siempre a un animal que se venía por dentro por el propio tambaleo de su alarmante invalidez. Tragó Simón con valor, pero no lució lo mismo con el bicho mortecino que tuvo delante. trató de ponerle picante Alberto sacándoselo por detrás y por delante, desafiando a la física en ocasiones para que no quedase por él y devolviendo el precio de la entrada incluso sin enemigo delante, haciendo que volviese a entregarse la grada. De rodillas concluyó en circulares, y con una estocada desprendida tras la que hubo petición de oreja desvía por el palco. Vuelta al ruedo.
Propuso la verónica al sexto Roca Rey mejor de lo que la tomó el bicho, sin ritmo ni entrega para atender al percal que manejaba el peruano. Saludó Iván García tras un extraordinario tercio de banderillas. De rodillas el inicio de Andrés en el tercio, tropezado por no ceder un palmo y conectar con el tendido. Templado anduvo Andrés con el deslucido toro, al que le faltó gracia, entrega, raza y emoción, haciendo estéril la valerosa porfía comprometida del peruano. Pinchó en la suerte de recibir antes de la estocada en la misma suerte y la ovación de despedida.
FICHA DEL FESTEJO
Plaza de toros de Castellón. Sexta de la Feria
de La Magdalena. Corrida de toros.
Seis toros de Juan Pedro Domecq, noble y con calidad el zambombo primero, bobalicón y sin vida el soso y chico segundo, renuente y a media altura el deslucido tercero, soso y sin emoción el obediente cuarto, inválido y mortecino el flojo quinto y sin gracia ni raza el desclasado sexto.
Alberto
López Simón, oreja, oreja y vuelta al ruedo.
Andrés
Roca Rey, ovación, oreja y ovación.