La Feria de Abril 2024 ya es oficial y, por tanto, ya se puede opinar sobre la programación que la empresa Pagés expondrá a los abonados para que renueven su condición. Y serán ellos los que comprueben -decidan o no renovar- que la mayoría de los toreros que repiten tardes estaban ya en la feria hace diez años. Y quince. Incluso 20 y 25 algunos de ellos, pero no se abre completamente una puerta lo suficientemente generosa al relevo generacional.
Si le preguntamos a Ramón Valencia, explicará que la empresa repite a los que atraen al público. Los que dicen ahora que son «una marca», subterfugio que se utiliza para no currar mucho en promocionar a los destinados a sostener el futuro. Es cierto que lo hemos dejado escrito muchas veces, pero no por ello hay que dejar de recordarlo. Borja Jiménez -otra jugada magistral de un Julián Guerra que será lo que quieran, pero no se puede defender mejor los intereses de su torero-, Juan Ortega y Tomás Rufo son los beneficiarios de la partida jugada en los despachos de la calle Adriano, porque ya ni Pablo Aguado cuenta con colocación suficiente para sus méritos en esta plaza.
Ellos estarán muy satisfechos por los logros conseguidos, pero lo cierto es que la temporada, que cuenta con 50 puestos que ocupar en corrida de toros, cubre 27 de ellos sólo con ocho toreros. Y eso que sólo uno comparte un arroz con liebre con los empresarios. Luego están orgullosos de que un 46 por ciento de los puestos los ocupen toreros de Sevilla. Como si el mérito para estar en los carteles fuera de la empresa, y no de un tío que se juega la barriga y se da la circunstancia de que nació en Sevilla. Pero ni una pregunta sobre el particular.
Sí se requirió del empresario una explicación al ‘affaire’ Fernando Adrián, pero la explicación fue tan simple como el mecanismo de un chupete: «Aceptaron y luego declinaron la oferta». Pero no se preguntó cuál era la oferta y si tenía sentido o no declinarla. Lógicamente, si un apoderado quiere defender un determinado estaus de un torero como Fernando, no puede aceptar -en sus actuales circunstancias- la corrida de Santi Domecq con David de Miranda y Leo Valadez. No porque no merezcan un respeto, sino porque el onubense recibe este año la compensación a haber estado anunciado el año de la pandemia y no actuar y el mexicano cubre la cuota azteca que están obligados a asumir los empresarios ibéricos por el actual juego de tronos que gobierna en el toreo.
José Garrido, en cambio, recibe una ocasión más de reivindicarse en una de sus plazas fetiches, como la tendrán Daniel Luque y Andrés Roca Rey de escenificar su rivalidad, aunque sea en carteles separados. Y eso que, tras un primer encuentro entre los dos, ya estaba Ramón frotándose las manos para juntarlos en el mismo paseíllo. Otro año será…