EL TENDIDO DE LOS SASTRES

A los toros de Carabanchel


jueves 13 mayo, 2021

No será en Las Ventas, pero que Madrid dé once tardes seguidas de toros en las (no) fiestas de San Isidro es una vacuna de optimismo.

No será en Las Ventas, pero que Madrid dé once tardes seguidas de toros en las (no) fiestas de San Isidro es una vacuna de optimismo.

Hoy empieza la Feria de San Isidro. Un titular este que profesionales y aficionados llevamos anhelando desde hace un año (cuando la pandemia lo impidió) pero que llegado el momento parece que más de uno lo repudia.

El repudio, los peros, vienen porque -alegan- no puede ser Feria de San Isidro fetén si no lo es en Las Ventas y se suma el precio de las localidades; la composición de los carteles, con especial hincapié- claro- en las ganaderías; la escasa difusión publicitaria o una promoción especial de última hora con entradas gratuitas.

La tauromaquia sufre un asedio permanente desde los poderes políticos y mediáticos. Las últimas sesiones parlamentarias, con el debate de la propuesta legislativa para que los toros vuelvan a la televisión pública, prolongadas en las redes sociales con los habituales insultos, dan fe de ello por si falta hiciera. Vive el toreo en un guetto del que él mismo es- en parte- responsable, más aún ahora empujado por la deriva política a una invocación perpetua de esencias patrias (ese himno nacional que suena en cada paseíllo) y en el que “la crema de la intelectualidá” , salvo honrosas y muy escasas excepciones, se esconde tras un ominoso burladero de silencios, no vaya a ser que…

Pero -decíamos- hoy, en Madrid, ese multiusos ¡qué palabro tan feo! cerrado de Vistalegre se abrirá al toreo. No serán treinta tardes venteñas sino once carabancheleras; no estará abierto a ese cielo de Madrid que cada San Isidro alterna luminosos azules con nubarrones negros que se hacen lluvia torrencial; no soplará el viento que levanta capotes y destempla muletas para poner las ingles de los toreros al albur de la cornada; no serán veinticuatro mil voces gritando a la vez un ole estremecedor; ni otros tantos miles de pañuelos blancos- a los toros hay que ir con pañuelo- al aire para premiar a los héroes de luces; ni se oirán las voces roncas y a veces destempladas de la exigencia de ciertos tendidos, como tampoco estarán – protocolo covid- los vendedores de refrescos,  gin tónics, pipas y almendras en su trasiego arriba  y abajo por los tendidos. Eso y más, como el ajetreo previo y posterior a la corrida en el patio de arrastre o en los pasillos de Las Ventas. Pero sí sonarán clarines y timbales y empezará el rito del toreo. Unos pocos miles lo verán in situ y muchos más por la televisión.

No será en Las Ventas, pero que Madrid dé once tardes seguidas de toros en las (no) fiestas de San Isidro es una vacuna de optimismo.

Por eso, sin esperar a la Verbena de la Paloma, me voy:

¡A los toros de Carabanchel !