AL NATURAL

A mí me daría vergüenza…


lunes 26 febrero, 2024

Al matador de toros habría que admirarlo por hacer cosas que los demás no tienen valor de hacer, pero con ciertos toros americanos...

Toro En León Gto.
Animal lidiado como toro en León, Guanajuato (México)

Mira que he buscado un titular que expresara en todo su esplendor la decadencia de la Tauromaquia que refleja alguno de los toros lidiados en León, Guanajuato (México) la pasada semana, pero siento tanta vergüenza al ver al escuálido animalito en las fotografías que han trascendido del evento que no se me ocurre otro titular mejor. Y a mí un toro no debería darme vergüenza, ni lástima, ni mucho menos risa; ni siquiera debería plantearme si soy o no capaz de ponerme delante -lo he hecho con algunos más grandes-. Un toro debería, como espectador que soy, aterrorizarme, darme verdadero pavor. Y no lástima.

Eso con respecto al animal, pero el bichejo no acudió solo a los chiqueros de la plaza. Desde el que lo reseña hasta el que lo lidia tendrían que avergonzarse también de querer que el público los considere héroes, y les tenga respeto por jugarse la vida con un ‘boby’ de verdad. Con el trapío característico de cada plaza, pero con trapío, no con dos plátanos a los lados de las sienes y unos cuartos traseros que, más que a temerlos empujando los pitones, te obligan a organizar una colecta para darle de comer algo que se le note. A mí, sinceramente, me daría mucha vergüenza vestirme de luces para ponerme delante de eso diciendo que soy matador de toros…

Porque un toro es otra cosa. Y un matador, también. La historia de la tauromaquia está jalonada de gestas de toreros míticos con toros escalofriantes, pero nada dicen esos anales de que haya gloria alguna en pasaportar becerros con más o menos gracia. Eso es, sencillamente, perder el respeto. Pero a todos, no sólo al espectador. Se le pierde el respeto a la fiesta en general, al fondo del rito que se escenifica, que le da su razón de ser. Porque una pelea desigual entre dos contrincantes no es tal; es un abuso deshonesto y ruin que, además, va agravado con alevosía -que es la intención de que no te pillen cometiendo el delito, no lo que se suele entender por ella-.

Hablamos, es verdad, de esa corrida de León, de la que no voy a dar nombres ni de toreros ni de ganaderos ni de empresarios porque no es a esos en concreto a los que hoy quiero exigirles respeto. Porque hoy son ellos, pero otro día han sido otros, y mañana otros lo volverán a hacer, como se lleva haciendo en América en general mucho tiempo. Escudados en que no animales de gran trapío por aquéllas tierras, y eso no es así. Que se lo digan a Barralva… Pero ni siquiera ese es el toro que se exige; sólo uno que sea digno. Nada más.

Lo demás es tener la intención de engañar, de enriquecerse a costa de -porque los dineros no aflojan-, de reírse de una profesión que es exactamente lo contrario de esto. «Ya pasamos los atragantones en Madrid», pensará más de uno. Claro. Y en Pamplona, y en Bilbao, y en… muy pocos sitios más. Cuatro plazas para una figura en una campaña de 50 tardes. Y luego, a América para desestresar…

Hay, como hemos dejado claro, diferentes categorías para las plazas que conllevan, obviamente, distintos tipos de toro y presencias variadas según el coso. Y es con eso con lo que habría que jugar para aliviar las fatigas, no con el toro que lo es por el guarismo, pero hay vacas que dan más miedo. Porque un matador de toros decide serlo para matar toros, no para hacer del rito cada día más un curro que un privilegio. Así, bien puede uno torear hasta los 60 pero, ¿es así como queremos que nos recuerden…?