El Real Club Pineda de Sevilla acogía, en la mañana de este miércoles 28 de febrero -Día de Andalucía- un festival con caballos en el que se lidiaban novillos de Espartaco, Talavante, Murube, Torrehandilla, Luis Algarra y Núñez de Tarifa. para Dávila Miura, Alejandro Talavante, Daniel Luque -en sustitución de Espartaco-, Javier Jiménez, Pablo Aguado y el novillero Rodrigo Molina.
Una vuelta al ruedo dio Dávila Miura tras pasaportar al primero de la mañana, un astado con temple, pero al que le faltó humillación. Brindó el espada hispalense a Pepe Luis Vázquez, diestro al que le une una gran amistad. Comenzó a derechas un trasteo limpio y templado ante un animal manejable y con cierto ritmo a derechas. Por el izquierdo tendía a meterse algo por dentro. Dávila buscó no someter al animal, llevándolo a su aire siempre en tandas cortas. Tomó la izquierda, por ahí pese a tender a salir soltando la cara la tomó con cierto ritmo cuando no se le llevaba obligado. El uso del verduguillo y la tardanza en caer del animal le privaron de cortar oreja.
Tuvo temple ya de salida el segundo, un animal de Talavante que siempre tuvo la intención de humillar y al que lanceó con suavidad el extremeño. Alejandro buscó no exigirle en un inicio de faena donde se gustó con muletazos por bajo de gran sabor. Pese a tener mejor condición a zurdas, le faltó ese final del muletazo para que estos llegaran de verdad arriba. Buscó siempre torear con las yemas, pulseando la embestida de un astado que la tomó con temple pese a embestir con las manitas por delante debido a su justeza de fuerzas. Labor de más a menos de un entonado Talavante ante un ejemplar que se fue apagando, pero que dejó a su matador, y ganadero, reencontrarse con ese toreo reposado y cadencioso que siempre gustó al aficionado, ese que pediría el doble trofeo tras una labor marcada por la cadencia.
Ya de salida evidenció el tercero de la tarde que su condición no era la de irse tras los vuelos del capote de Daniel Luque. El de Murube, siempre embistiendo con la cara por las nubes, no dejó ni estirarse de capa al sevillano. Derribó al jaco en un tercio de varas donde demostró más genio que bravura antes de llegar a una faena de muleta que Daniel quiso brindarle a Pepe Luis. Muy asentado el de Gerena no se dejó ganar la partida por un animal brusco e incierto, un ejemplar que midió en cada muletazo y al que Luque le realizó una labor de gran mérito. Le aguantó parones y miradas, pero eso no arredró a un diestro que se jugó el tipo en una labor de gran peso por la condición del astado. Se la dejó siempre en la cara, jugó con las alturas y las distancias para robarle de uno en uno muletazos a un toro que se lo guardó todo dentro. Se mascaba la voltereta en cada muletazo, pero Luque se salvó a base de técnica y buena colocación. Con el de Murube ya metido en tablas se los robó de uno en uno, más largos los que iban a favor de querencia, pero siempre con el animal probando. Las dos series finales pegados a tablas dejaron claro un mensaje, “aquí mando yo”. La oreja concedida fue la de mayor peso de una mañana donde Daniel dejó claro que no afloja ni en los festivales.
Firme y entonado estuvo un Javier Jiménez que no toreaba en público desde su último paso por La Maestranza. Tuvo delante a un animal de Torrehandilla con movilidad y transmisión, pero que careció de esa entrega necesaria para irse tras los vuelos. Javier acertó a dejársela siempre en la cara y alargar el muletazo, pero el animal protestaba si se le sometía. Si le bajaba la mano este perdía las suyas, pero si el muletazo era por alto el toro protestaba, de ahí que tuviera que torear jugando con ellas. Por el izquierdo siembre tendió a hacer hilo, no dejando colocarse de un muletazo hacia el otro. A derechas sí aprovechó el viaje del toro, destacando su inicio y una segunda tanda poderosa y redonda antes de que el toro bajara la persiana. Tras una estocada entera, pero algo delanterita, paseó una oreja.
Meció Aguado el capote a la verónica ante el quinto, un novillo de Algarra con nobleza y buena clase pero medido de fuerzas. No le apretó el sevillano en un saludo donde las los brazos y las muñecas fueron la clave para dejar unos lances de gran belleza. Poco a poco el animal fue perdiendo gas tras su paso por el jaco hasta llegar al tercio de muleta donde Aguado nunca le apretó. Una labor nuevamente brindada a Pepe Luis Vázquez, esa donde Pablo dejó muletazos de su personal concepto ante un animal que no podía con su alma. Todo había que hacerse a su altura, sin tirones, de lo contrario el de Algarra se daba de bruces con el suelo. Fue a zurdas donde el hispalense saboreó las enclasadas de un novillo que tuvo ritmo, pero al que no se le podía apretar lo más mínimo. Una estocada en buen sitio puso en su mano la quinta oreja del festejo.
Dejó Rodrigo Molina una grata impresión en el que cerraba plaza, sin duda, el animal más completo del encierro. El de Núñez de Tarifa se movió siempre galopando y empujando hasta el final por ambos pitones, un novillo con clase, ritmo y entrega al que entendió un Molina que supo jugar con las alturas cuando el animal así se lo hacía ver. Si a derechas lo llevó largo y templado, a zurdas el animal redujo su embestida colocando la cara y yéndose tras los vuelos. Un ejemplar al que había que llevar siempre enganchado, de lo contrario se rebrincaba. Rodrigo anduvo decidido y fresco de mente para canalizar las embestidas de un astado con grandes virtudes. Lo estoqueó casi al encuentro, cortando las dos orejas.
FICHA DEL FESTEJO
Plaza de toros portátil instalada en el Real Club Pineda, Sevilla. Festival con caballos. Lleno.
Astados, por este orden, de Espartaco, Talavante, Murube, Torrehandilla, Luis Algarra y Núñez de Tarifa.
Dávila Miura, vuelta al ruedo tras petición.
Alejandro Talavante, dos orejas.
Daniel Luque -en sustitución de Espartaco-, oreja.
Javier Jiménez, oreja.
Pablo Aguado, oreja.
El novillero Rodrigo Molina, dos orejas.