Es, sin duda, el torero más peculiar del escalafón. Con él no valen tópicos ni etiquetas; es tan de verdad y está tan alejado de lo que se supone que debe ser un joven que aspira a figura en el rancio mundo del toro del pasado siglo, que es consciente de que al aficionado ya no se puede uno a esperar que venga: «Hay que ir a buscarlo allá donde esté», sentencia Román Collado. Y si hay que sentarse en las taquillas de la plaza y vender las entradas para su encerrona del domingo en Valencia, se hace. Y no pasa ná…
Lo cierto es que el rubio torero cumple esta temporada diez años ya desde que lo doctorase El Juli en Nimes, aquella feria de Pentecostés, con Sebastián Castella para dar fe de la ceremonia. Por eso pensó en que esta feria de Fallas debía protagonizar un gesto con una afición valenciana «que me lo ha dado todo y me ha seguido con fe desde que era un chavalín hace 20 años. Sin caballos, ya estaban ahí», explica. Sin embargo, no quería que fuese una encerrona al uso, con mucha parafernalia alrededor, sino que pretendía devolver el cariño al público «con el toreo, que es lo que siempre han buscado en mí y lo único que tengo para agradecerlo», apunta el torero.
Eso y la capacidad de sorprender para atraer a la gente al evento. Si hay algo que se ha tomado en serio Román es la promoción de la encerrona, «exactamente igual que hace un escritor promocionando su libro o un actor viajando para la promoción de su película», señala convencido. «La del domingo es, seguramente, la tarde más importante de mi carrera, quise disfrutarla desde el principio y eso es lo que llevo haciendo desde el 11 de noviembre. Quiero vivir hasta el último detalle, porque sé que me juego mucho, pero realmente es un regalo que me ha dado la vida y no tengo derecho a desperdiciarlo», espeta con seguridad. Y es verdad que se juega. Todo el toreo, que es así de oportunista, va a estar mirando la gente que mete en la plaza, el resultado final de su apuesta. Lo artístico es, quizá, lo que menos le van a valorar, cuando debería ser lo más importante. Y eso da miedo.
Ese miedo, claro está, dista mucho del que te produce el toro. Porque Román también sabe lo que es que se te vaya la existencia por un bujero mientras confías en que las manos que te sujetan no van a dejar de hacerlo. Pero el domingo, cuando no hay nadie más que tú para prepararlo todo en el cartel, esos dos miedos deberían confluir y hacerse sólo uno, pero muy poderoso. Tanto, que uno corre el riesgo de verse devorado por él. ¿O no…? La respuesta de Román es sorprendente. «Mentiría si te digo que voy con miedo a la encerrona», expone muy tranquilo. «Sé que, a lo mejor, es un poco inconsciente por mi parte, pero es que estoy disfrutando tanto de todo que no me da tiempo a sentirlo. La preparación, la promoción, la limpieza de cada detalle… Había pensado en si decorar la plaza u otro tipo de parafernalia que se saliera un poco de lo común, pero al final he decidido que lo mejor es torear, que es a lo que van a verme».
Es, además, la primera encerrona en toda la historia del coso de la calle de Xátiva, por lo que el valenciano está haciendo historia con esta corrida de toros. «Hay que ser consciente de que nadie había hecho esto antes», explica el torero llamando la atención sobre el particular, «y por eso quería que fuera un poco un homenaje a la tauromaquia valenciana en toda su historia. Llevaré un vestido que está inspirado en el maestro Granero, por ejemplo, y me hace mucha ilusión poder lucirlo y ofrecerlo. Estarán allí mis amigos, mis paisanos, mi gente; ellos me van a ayudar a que todo salga perfecto y así es imposible ir con miedo», sentencia, con un guiño a los aficionados. Es listo. Y el toreo es de listos. Pero, ¿será variado?
Habla de la preparación y ésta varía mucho de una ordinaria a otra encaminada a un acontecimiento extraordinario, como del que hablamos. Para enfrentarse a seis toros hay que tener mucha variedad en la tauromaquia de uno, sorprender con cosas nuevas, arriesgar con un repertorio que puede, incluso, salirse de la zona de confort de uno. Así debería ser. Y así será, aunque «en lo esencial no he variado mucho los entrenamientos», matiza Collado. «Sí es verdad que antes hacía un toro de salón y ahora no paro hasta cuajar a seis. En el campo tienes que ponerte delante de muchos animales seguidos, porque la exigencia física de una corrida como esta es tremenda, pero es más, mucho más la mental». Qué gran verdad. El nivel de concentración que plantea jugarte la vida seis veces seguidas en poco más de dos horas cansa más que hacer 10.000 metros en competición. Y hay que estar muy preparado.
Por eso Román se ha preocupado de contar con profesionales que le ayudan en cada una de las facetas que le van a ser imprescindibles el domingo. Desde la física, hasta la mental. «Cuento con ellos porque es necesario en la preparación, cuando uno quiere que las cosas salgan bien de verdad», sentencia mucho más serio. «He trabajado mucho, no ha sido sólo decidir las ganaderías, el día y la hora, pero incluso pensar en esas cosas, además de en mi preparación, ha sido gratificante para mí». Aunque no siempre ha salido todo como uno pensaba. Por ejemplo, en el ganado.
«Yo quería que cada toro fuera de un encaste distinto y de ganaderías que hayan significado mucho en mi carrera», afirma Román con mucha serenidad, aunque finalmente no vay a ser así. Las divisas anunciadas son Victorino Martín, Fuente Ymbro, Pedraza de Yeltes, El Parralejo, Hermanos García Jiménez y Domingo Hernández. Esos son los hierros que lucirán los seis toros que deberá pasaportar el levantino en su tierra. Uno detrás de otro. «Al final tienes que entender que no todo el mundo tiene un toro suelto que te vaya a encajar y que hay muchas más dificultades que tienes que salvar, pero creo que lo hemos hecho de una manera brillante. Sigue habiendo toros de cuatro encastes distintos y, sobre todo, de ganaderías que han significado mucho en mi trayectoria, con lo cual, estoy contento».
Y, ¿tras el festejo? ¿Cómo dibuja el panorama durante la cena de ese día? «Supongo que muy normal», apunta, «porque ya lo habré disfrutado todo y será lo que tenga que ser, pero eso ya no me lo quita nadie. Por eso me siento como un auténtico privilegiado y así será, por lo menos, hasta el domingo».
Que así sea, torero.