La
tradicional corrida de Adolfo Martín en el epílogo isidril tenía, en esta
ocasión, un invitado especial: el francés Sebastián Castella, mandón de la
Feria, se apuntaba al mítico hierro extremeño. Lo acompañaban en suerte el
riojano Diego Urdiales en el tercer y último de sus paseíllos en el serial y el
sevillano Manuel Escribano.
Vibrante y brillante fue el saludo a la veronica de Urdiales al primero, ganando el paso para mecer a pitón diestro, sortear vencidas a zurdo y terminar casi en los medios con una sabrosa media. Bastante corriente la pelea en varas del animal, que llegó a la muleta con movilidad y fijeza. Le da línea Diego para ayudarlo a embestir, y se lleva un par de miraditas aviesas antes de meter al toro en el canasto con la diestra. Aguanta y traga el riojano con asiento y valor para trazarle firme y sin dudar, largo en algunos naturales de fantástica fábrica en una labor muy sólida. Tremenda la verdad de Urdiales en el final, con el frente ofrecido a la medidora y dormida voluntad del cárdeno y la plaza entregándose a su tauromaquia. Pero la media estocada y el fallo con el descabello dejaron sin premio la labor.
Fue la fijeza la que le faltó al segundo de salida, que le pegó un regate en cada arrancada al caballo, se frenó en percales y embroques y se puso por delante de los banderilleros al clavar. Muy firme Castella con el animal para darle trapo y quitarlo con soltura y con seguridad, siempre buscando imponerse en el inicio muletero. Informal, desclasado y geniudo el de Adolfo, no le importó demasiado a un Sebastián que tuvo claro siempre cuál era el trazo y que se lo iba a imponer, por corto que se quedase. Sin entrega el toro, devino en peligroso y orientado. Estocada sobre el aviso y silencio.
A la puerta de chiqueros se fue Escribano a recibir al terco, pero no lo vio y tuvo que pegarle la larga de través. Descompuesto y con poca fijeza el toro, no fue brillante la pelea en varas. Pero no tardó en romper a galopar el animal, que sí sacó fijeza cuando llegó el tercio de banderillas, a más en brillantez y en compromiso por parte de Escribano. Muy pronto se orientó en banderillas, perdiendo su franqueza para reponer y buscar la talega de un Escribano en apuros para meterle mano al animal. Falló con la espada y escuchó silencio.
Al cuarto le faltó ritmo y entrega en el capote de Diego Urdiales y también en el jaco de Óscar Bernal, de nuevo brillante con la vara. Mucha suavidad le dio Diego con la mano derecha, por donde no tarda en dejar una serie ralentizada y maciza, de la que sobresalió un muletazo por abajo, abandonado, a cero por hora, que tuvo dimensión monumental en la retina del aficionado. Pero ahí se acabó la entrega del de Adolfo, que se aburrió pronto de una pelea que no podía ganar. Puro y largo Urdiales en el toreo, tuvo que buscarle la triquiñuela para hacerle el toreo con la verdad suficiente a la trampa del cárdeno. Surgió la naturalidad, descargó el peso en los riñones y crujió al Adolfo en un derechazo que duró un mundo. Inmenso. Dejó una estocada y de nuevo escuchó una atronadora ovación.
Al quinto le azuzó la humillación y el celo Castella echándole abajo el capote y caminándole para atrás en buena lidia. Bajo y descarado el cárdeno, estaba muy en el límite del trapío de Madrid, que cumplía por tener una cara muy del gusto de esta plaza. Pero no fue enemigo en la muleta para un Castella muy seguro en casi todo, en el momento de salirle todo. Le trazó con tanta seguridad como firmeza, con el vuelo en el belfo y muy de verdad, pero no quiso el animal seguirle el trapo con emoción. Falló con el descabello y terminó su San Isidro en silencio.
El sexto se fue por abajo tras los vuelos del percal después de la larga cambiada de Escribano en la puerta de chiqueros, pero se fue orientando mucho hasta que comenzó a venirse por dentro y dejar coladas y vencidas a cuantos capotes le salieron al paso. Comprometido Escribano con los rehiletes, fue pasando más rápido para sortearle los defectos al de Adolfo. Momento dramático al quedarse parado el animal, no clavar el torero y quedarse a merced con los pitones rebanándole el cuello. La edad del toro se refleja en las reacciones orientadas, la revuelta sobre las manos y la viveza en el comportamiento. Logra Escribano firmar una tanda compacta con la zurda ganando el paso y trazando a la embestida zorrona que se aburre cuando está bajo el sobaco.Muy entregado el sevillano en el final de frente de naturales a pies juntos, que levantó la ovación rotunda en el tendido de Madrid. Dejó una estocada y paseó una oreja.
FICHA DEL FESTEJO
Plaza
de toros de Las Ventas, Madrid. Feria de San Isidro, vigésimo octava de abono. Corrida de toros. Cartel de ‘No hay billetes’.
Seis
toros de Adolfo Martín, desiguales de presencia y trapío. De humillada fijeza el medidor y exigente primero; desclasado, informal y geniudo el segundo; reponedor y con peligro sordo el tercero; de suavidad informal el humillado cuarto, que duró poco; muy parado el quinto; de viveza y conocimiento el viejuno sexto.
Diego Urdiales (marino y oro): ovación y ovación tras aviso.
Sebastián Castella (lila y oro): silencio tras aviso y silencio tras aviso.
Manuel Escribano (verde botella y oro): silencio tras aviso y oreja.
FOTOGALERÍA: LUIS SÁNCHEZ OLMEDO