LA CRÓNICA DE SAN ISIDRO

La Armada Invencible


miércoles 3 junio, 2015

El Juli y Perera firman una tarde de bostezos con una corrida mansa y desrazada de Victoriano del Río de la que sólo se salvó un toro

El Juli y Perera firman una tarde de bostezos con una corrida mansa y desrazada de Victoriano del Río de la que sólo se salvó un toro

Dos toreros salían del callejón de cuadrillas una tarde buscaba historia y se encontraba con el olvido como mal menor para el que se calentó al sol y a la piedra dos horas y media de reloj. La infanta en el palco, la plaza a reventar, el clavel luciendo piños y las cuatro esquinas del imperio con representación en la grada. Como la Armada Invencible se gestó la tarde, que hasta música de Wagner parecía rezumar por el reto en la cumbre. Y, como ésta, terminó desmadejada y con el casco hecho migas cuando concluyó la función.

Lo propiciaron cuatro toros de Victoriano del Río, uno de Toros de Cortés y uno de añadidura de Montalvo que fue como los palominos que le endosaba Cervantes al Quijote: para que no pareciera la sopa agua. Pero gracia, ninguna. Fueron los elementos que confluyeron en ruina en un festejo preparado para inmortalizar papeles, y contra ellos lucharon Perera y Juli para aliviar la que estaba cayendo. Cierto que puso lo suyo la mansada de Victoriano para consumar la hecatombe, pero no lo es menos que faltó que los de oro, llegados por ese precio, cruzaran la raya marcada para los elegidos que son. 

A Juli le pita Madrid porque se llama Juli. Y le pitarían igual si tuviese por gracia Ernesto, porque no lo soporta un sector esté sensacional o mediocre. O esté las dos cosas en una tarde; hoy fue el caso. Tuvo entre las telas y como aperitivo, al animal que huyó de la quema quedándose a pelear en el trapo. Fue la mano zurda la que arrojó a los infiernos Julián para colocar la muleta en la cuarta y media que había entre la pala y el piso. Un tiempo entre los cites le vino fenomenal a un toro que pareció con ello que repetía con son, y entre natural y natural dibujó dos monumentales que la cantinela constante de los que lo quieren tanto terminó por eclipsar. Eso y el quite al cuarto por chicuelinas de compás abierto, mano baja y media deletreada fue lo que le otorgó dignidad a su parte de la Invencible. Pero hubo dos toros más y allí no rayó Julián como general triunfador.

 

Dos mansos de distinto estilo hacen carne de cañón casi a cualquier torero que llegue a estrellarse a Madrid con aquella que le endosen, pero una figura lo es por cuajar un toro entero a penas con media virtud. Y él, además, es especialista en ello. Llegó a contagiarse Julián de la vulgaridad sin ritmo del toro cuando iba y venía entre sus telas la movilidad del tercero. Mucho trapo y poca chicha pareció tragar el tendido con el deslucido Beato que no recordó su reata. Más motivos les dio aún, alargando la faena, para que pitasen sus formas los que pagan para pitarle. Juli, al menos, llegó a puerto cuando se le hundieron las naves.

El Perera de este año, sin embargo, parece no encontrar timón que le enderece la singladura. Seis toros mató este año sin sumatorio aparente, y es fácil, cuando eres mediocre, escudarse en el empedrado; lo cierto es que el otro Perera, el que redefinió el temple en el mismo ruedo hace un año, le hubiera formado una pajarraca al cuarto con cuarto y mitad de virtud. Quiso emerger el torero cuando se echó el percal a la espalda, macizo en las gaoneras que abrochó con buena media, pero no encontró el pulso donde antes le latía, ni desafió a las leyes plantando un poste en los pies, ni encontró comunicación ni ángel cuando enganchó al bicho el Cuenca para dejarlo en Aranjuez. Y allí quedó, en Aranjuez, porque no terminó el viaje que conquistaba Madrid. Y vivió entonces el desastre, como lo vivió la Invencible.

Los otros dos de su lote se rajaron sin remedio antes de coger pañosa, pero sabe Miguel salir de esos trances con mucha mayor dimensión. Mucha más que la demostrada por un Victoriano del Río que no tenía reservados los buenos para la buena, como pudiera pensarse comparando sus dos carteles. Y es preocupante el dato porque ha sido muy regular su caída en la mansedumbre en la docena de toros que ha echado este San Isidro. Tal vez no fue buena idea estos años, pasarse con el carbón. Lo cierto es que en esta feria vivió lo de la Armada Invencible el hierro de mayor raza. Peligroso. Muy peligroso. Porque una corrida de toros debe ser cualquier cosa menos una tarde aburrida. Y la de hoy lo fue tela

 

 

FICHA DEL FESTEJO

Plaza de toros de Las Ventas. Corrida Extraordinaria de la Beneficencia. Lleno de «No hay billetes».

Seis toros de Victoriano del Río, desiguales de presentación, abiertos de tipos y hechuras y mansos en general, salvo el primero, que tuvo nobleza, clase y profundidad; de humillación sin fondo el rajado segundo; de movilidad sin ritmo el exigente tercero; humillado y largo pero rajado el cuarto; desclasado y mansurrón el quinto; devuelto el sexto por perder las manos. Y un sobrero de Montalvo, sexto bis, nobles y bobalicón sin ninguna gracia.

Julián López «El Juli» (sangre de toro y oro): palmas, palmas y silencio. 

Miguel Ángel Perera (pizarra y oro): silencio, silencio tras aviso y silencio. 

FOTOGALERÍA: LUIS SÁNCHEZ OLMEDO