Es el señor más ocupado de Las Ventas (con permiso de los
empresarios, claro). Está en todos los actos. Mañana y tarde. Envía correos con
novedades culturales. Atiende al WhatsApp al instante. Cierra agendas. Y, entre
cita y cita, escribe y presenta un libro. Definitivamente, lo de Carlos Abella
no es normal.
Me dan ganas de preguntarle si desayuna ginseng o si se ducha con
Red Bull, pero me dice que nos centremos en «Derecho al toro” (Ed. Vivelibro) y
yo, que a veces no soy tan mala como él piensa, tomo la muleta con nobleza.
¿Por qué tenemos derecho
al toro?
Cuando escribí este libro, hace veinte años, «derecho al toro” era
simplemente una frase taurina que quiere decir «directo a la acción”. Pero ha
pasado mucho tiempo, la sociedad ha cambiado y me di cuenta de que en la
reedición de este libro la expresión «derecho al toro” adquiría un nuevo
significado: «tenemos derecho al toro, no traten de quitárnoslo”.
¿Has hecho novillos muchas
veces?
Sí, pero he sido un estudiante bastante bueno. La expresión me
parece muy bonita, porque hacía alusión a la época en la que se escapaban los
chicos de los colegios para ir a torear.
¿Y eres de los que hace
brindis al sol?
Inevitablemente a veces hay que decir cosas que no sabes si las
vas a cumplir. No quiere decir que mientas, pero… En cualquier caso, ahora no
hago brindis al sol y solo prometo lo que sé que puedo cumplir.
En estos años como
director gerente del Centro de Asuntos Taurinos, ¿cuándo has salido por la
puerta grande?
Creo que ha sido una labor continuada, intencionadamente
programada, para convertir la plaza de Las Ventas en un templo de cultura:
hacer un programa mejor que el que había, que tuviéramos una biblioteca (que
antes no existía) y que, en definitiva, cada día se pudiera disfrutar de un
acto, incluso algún día hasta dos. Mi cliente es el abonado, el aficionado, y
no sé si he salido por la puerta grande pero he tratado de complacerle.
¿Más cornadas da el
hambre o la política?
Más cornadas da el hambre… y algunas cornadas también he sufrido
en este puesto. Algunas las habré merecido, otras sé que no.
¿Cuáles?
Otras.
Si los pases de callejón
se vendieran, ¿por cuánto crees que los comprarían algunos?
Como no se venden, no te puedo contestar… pero sí es cierto que
estar en el callejón se trata de una pequeña vanidad. Yo había ido tan solo una
vez en mi vida al callejón, en un festival, invitado por los Lozano, y no había
vuelto hasta que en 2004 me nombraron miembro del Consejo del Centro de Asuntos
Taurinos.
Si tuvieras que elegir
tu expresión favorita del libro…
Nos pasamos la vida diciendo «me quieren torear”, hay días que
acabo para el arrastre, ciertas situaciones son la puntilla, en ocasiones hay
que dar largas, otras coger el toro por los cuernos, también hay que estar al
quite… Los que hablamos castellano no sabemos muchas veces la potencia
metafórica que tiene el lenguaje taurino.
Y si tenemos derecho al
toro, ¿cuál es nuestro deber con él?
Respetarle. La fiesta tiene que tener emoción, no puede ser solo
estética. Tiene que haber vibración, estremecimiento.
FOTOGALERÍA: Paula Intxausti para Javier Arroyo Atelier Fotográfico