Cayetano, Emilio de Justo y Ginés Marín hacían el paseíllo, este Martes de Farolillos, en la Real Maestranza de Sevilla con una corrida de Garcigrande.
La falta de acople deja en silencio la labor de Cayetano con el primero
No acabó de acoplarse Cayetano con el noble y pastueño primero, un toro de Garcigrande con fijeza y buen embroque pero medido en su fortaleza. El menor de los Ordóñez dejó pasajes sueltos, pero carentes de ligazón dentro de un trasteo que nunca llegó a tomar vuelo. ’Centereo’ tuvo la virtud del temple y un buen embroque exigiéndole este al espada que lo llevara siempre toreado. Porfió Cayetano en una labor breve, esa que acabaría rematando de una estocada algo tendida pero de rápido efecto. Silencio.
De Justo cincela una exquisita obra al natural que le vale una oreja
El segundo llevaba por nombre ‘Azafrán’ un toro que evidenció ya de salida tanto su justeza de fuerzas como su gran pitón izquierdo. Quiso soltar muñecas ya con la capa el extremeño en un recibo a la verónica desigual pero con momentos de gran temple. Pese a la poca fuerza del toro acertó el palco en dejarlo en el ruedo al atisbársele una gran condición pese a estar cogido con alfileres. Las primeras tandas a derechas fueron para ahormar la embestida de un astado al que De Justo nunca apretó en el citado inicio. Pero fue por el lado izquierdo donde el toro sacó un tranco de más. El cacereño se asentó en los riñones para dejar naturales de gran cadencia y hondura. Dejó volar sus muñecas para dibujar muletazos al ralentí ante un toro que una vez asentado no se dolió en el castigo. Acertó en las alturas y las distancias, apretó y alivió al astado cuando este lo requería, de ahí que el de Garcigrande sacara el gran fondo que llevaba dentro. Pulseó cada embestida para torear con los vuelos a un animal que siempre exigió ir enganchado. Anduvo firme, asentado y siempre en torero para canalizar en las yemas de sus dedos a un toro que no admitía tirones ni cambios de ritmo. A pies juntos y llevándose al Garcigrande tras la cadera acabó de darle forma a una labor de mucho poso. La estocada puso en su mano una oreja de peso tras una labor de gran asentamiento y solidez.
El sitio y el pulso de Marín por encima de un desigual tercero de Garcigrande
’Lillesito’ llevaba por nombre el astado que hizo tercero, un animal con nobleza y cierta templanza pero muy desigual en sus embestidas. Anduvo decidido y fresco de mente un Ginés Marín que buscó siempre intentar llevar pulseado a un ejemplar que se sintió más cómodo en la media distancia. El de Justo Hernández agarró ritmo cuando lo llevó enganchado, dejando Marín los mejores pasajes a mitad del trasteo. Firme y muy asentado anduvo en una faena que no alcanzó cotas mayores al venirse abajo un animal al que le faltó poder. Ahí fue cuando acortó distancias metiéndose este entre los pitones de un toro ya con medio viaje. Sevilla valoró su templada porfía haciéndole saludar una ovación tras enterrar el acero.
Cayetano abrevia con un cuarto de medio viaje
No tuvo nada dentro el cuarto de toro de Garcigrande un astado que nunca quiso irse tras los vuelos la pañosa. Este fue un ejemplar que siempre se quedó debajo y con el que Cayetano estuvo discreto toreando al hilo del pitón y desplazando al animal hacia fuera. Trasteo breve y anodino, una labor sin eco en los tendidos donde toro y torero nunca se entendieron. Tras pasaportar a ‘Guijarro’ y salir visiblemente dolorido fue silenciado.
De Justo emula a Antoñete con su “pronto y en la mano” para exprimir a un quinto con virtudes
Mientras duró el quinto de la tarde este dejó a Emilio de Justo cincelar una faena templada y torera basada en el pitón derecho. Anduvo lidiador con la capa y muy solvente con la muleta en una labor de más a menos por la condición de su oponente. Acertó Emilio en darle distancia y dejar que se viniera de lejos para posteriormente ir poco a poco exigiendo por abajo a un animal al que le duró 20 pases el depósito de la casta. Su comienzo por bajo tuvo sabor al igual que tres tandas en redondo donde jugó con las distancias y las alturas para acrecentar la embestida del Garcigrande. Le dio tiempo entre tanda y tanda, se la presentó muy planchada para enganchar las embestidas de un animal que llegó incluso a hacer el avión. Tras echarse la mano a la izquierda la faena bajó enteros con el toro haciendo hilo y embistiendo con la cara por encima del palillo. Tampoco pudo ahormar una serie compacta nuevamente a diestras al haber bajado el toro la persiana viéndose obligado a irse a por la espada. Entre que tardó el toro en caer y que el tercero levantó al astado con la puntilla todo acabó en una cerrada ovación dese el tercio tras una leve petición de oreja.
La capacidad de Ginés se impone al manso y desigual sexto
Tampoco dio demasiadas opciones el manso que hizo sexto, un toro de Garcigrande que no quiso pelea alguna y al que exprimió un centrado y solvente Ginés Marín. El astado salmantino, de irregular y cambiante embestida, dejó claro que su condición iba a ser un hándicap a la hora de poder alcanzar un triunfo. Pero Ginés no se amilanó y le presentó cara en una faena de menos a más. Por el lado izquierdo el toro se tragó naturales siempre a favor de querencia donde humilló y se fue tras los vuelos, pero fueron embestidas contadas y a menos. Le atacó el diestro oliventino para subir la intensidad de un trasteo donde nunca se le vio con el agua al cuello. Tras dejar una estocada entera dio una vuelta al ruedo tras una minoritaria petición.
FICHA DEL FESTEJO
Plaza de toros de la Real Maestranza de Caballería de Sevilla. Décima de abono. Corrida de toros. Tres cuartos de entrada.
Toros de Garcigrande, de noble y pastueña embestida el manejable primero; de gran clase y profundidad a zurdas el humillador segundo; con nobleza y cierto ritmo el desigual y venido a menos tercero; de corto recorrido un cuarto sin nada dentro; con movilidad, humillación y emoción a derechas un quinto que acabó viniéndose a menos; de desiguales embestidas un sexto que cantó su mansedumbre.
Cayetano, silencio y silencio.
Emilio de Justo, oreja y ovación.
Ginés Marín, silencio y vuelta al ruedo.
FOTOGALERÍA: EDUARDO PORCUNA