«Una pena que no tuviera vida este primero para apretarlo más, pero claro, necesitaba poder para tirar palante. Así no es fácil conectar con el tendido», señalaba Pablo Aguado.
Al segundo de su lote, que cerraba el festejo, el sevillano le cortaba una oreja sobreponiéndose a la lluvia, al viento y a la condición nada clara del animal. «Me he entregado mucho y, aunque empezase a llover y se pusiese todo a la contra, yo tenía que estar», explicaba.