Es que hay corridas con toros bravos, bravucones,
encastados, mansos, complicados, en fin… Pero cuando la falta de raza se une
con la falta de fuerza o, directamente, la invalidez física, toca empezar a
buscar los argumentos en la raza y capacidad de los toreros (léase Miguel
Abellán), sus recursos (El Fandi) o en la ambición y el pundonor (Manuel Escribano).
Y en todo esto estaba pensando hasta que salió el cuarto, un toro con interés
que por lo menos me volvió a meter en situación. Pero lamentablemente el
viento, que dio ligeras en intermitentes treguas en toda la tarde, terminó por
obstaculizar lo que pudo ser una faena de premio. Me gustó Abellán y me gustó
el toro. Pero después volví a mi reflexión inicial.
En días como el de hoy se echa de menos la emoción del toro
en cualquiera de sus modalidades y es entonces cuando surgen cualquier tipo de
reflexiones. Como el bien que le hace a
la fiesta que el rey o los deportistas de élite se asomen por la plaza, o que
el público de ahora rota mucho más y se nota la falta de un criterio unificado
tarde tras tarde, o que este año se batirá un récord de toreros que deciden
iniciar sus faenas de rodillas en la puerta de chiqueros… En fin, cualquier
cosa que te saque del estupor que la falta de raza en la arena genera en el
tendido. Lo único bueno es que en un San Isidro tan largo de todo tiene que
salir de toriles, ojalá y esta haya sido ese garbanzo negro. Ya veremos que
trae el día de mañana.