Paciencia y memoria editorializaba este medio justo un mes y medio antes de este 4M, cuando se conocía que le jugarreta de Ciudadanos haría llevar a unos nuevos comicios a la Comunidad de Madrid en mitad de la legislatura. Tras una Cuaresma en la que el toreo incluso ha vuelto a Las Ventas de la mano de la presidenta, éste no tenía otra opción que la del triunfo de los partidos que lo han defendido.
No parecía razonable que fuésemos a dinamitar la posibilidades formando un revuelo alrededor de Madrid, y sin embargo, sin esperárselo el sector, fue la propia presidenta la que tiró hacia adelante y devolvió el rito a la primera plaza del mundo.
Y es que la amenaza del lobo Iglesias, rojo por fuera y negro por dentro, se cernía sobre cualquier forma de afición taurina de los madrileños y allegados justo el día en el que decidió presentarse. Su presencia le afectaba al toreo por el Centro de Asuntos Taurinos de la Comunidad de Madrid; le afectaba por la gestión de Las Ventas (es la CAM quien debe otorgarla) y le afectaba porque la Cultura, en general, estaba con él en peligro. Sin libertad. La que ahora ha dado de nuevo Ayuso a la CAM.
No hacía falta ser una mente brillante para presagiar lo que Iglesias podía hacer con un edificio público que iba a depender de él si hubiese tenido en su mano el timón de sacarlo o no a concurso, de hacer o no el concurso viable, de allanar el camino de la vuelta de los toros a la capital o no. Las dentelladas que el lobo estaba como loco por pegarle a su presa.
La paciencia y la memoria que han dado finalmente el fruto de la libertad.