Ser torero en la adversidad es también el
tributo de plata al arte más puro del siglo XXI. Le tocó ser hoy a Jiménez Fortes
la bandera expuesta de la Fiesta como héroe por antonomasia de una sociedad en
la que faltan héroes. Ahí estuvo firme su cuadrilla para sentirse adversa en el
dolor, sentirse solidaria en el delicado momento de luchar contra la mala
fortuna de ver truncada una Puerta Grande.
Dieron vida aquellas benditas manos de un Muñoz,
un Martín Blanco, un Zuri y un Luismi Santos que fueron toreros en la adversidad más cruel de una
vida en peligro. Quizá los segundos más angustiosos de una carrera a la que le
falta aún mil y una esperanzas por grabar en el corazón de los aficionados.
Hay, quizá, un punto de inflexión en la historia taurómaca más reciente al
igual que en el recuerdo argénteo de las manos fecundas de la cuadrilla de
Fortes.
A las siete hicieron el paseo de los
valientes doce toreros de plata que a las nueve en punto allí estaban los tíos arropando
al compañero herido. Rivalidad justa y, sobre todo, solidaria. Hubo en Madrid
doce corazones toreros que hoy lo son en mayor medida porque las circunstancias
han calado en una sociedad que aún no sabe que lo que aquí se juega son las cartas
de la vida o de la muerte. A Fortes le tocó la vida y su cuadrilla honrará al
toreo junto a Saúl por muchas temporadas.