Viernes 10 de mayo, primera corrida de la Feria de San Isidro (28 tardes ), primer “No hay localidades para hoy” colgado en las taquillas. La cita, a las 7 en punto de la tarde en todos los relojes, es en Las Ventas.
A la explanada que rodea el coso, el gentío llega cá Alcalá abajo desde Manuel Becerra, tal que como rito ineludible hacía Andrés Martínez de León ( y con él, su Oselito ); otros, apresurados, sudorosos, salen de las bocanas del metro de Ventas, aunque por la megafonía del suburbano más de uno cree escuchar aquello de “próxima estación, Esperanza”. También, por las escalerillas que llevan a la Puerta de Cuadrillas y la Puerta de Arrastre, se apresuran los que acceden desde la Avenida de los toreros.
Y lo hacen al reclamo del toreo, porque durante dos horas( a veces un poco menos, casi siempre demasiado más) Las Ventas se convierte en refugio, allá penas con el devenir convulso de los días. Ocurre, sin embargo, que- ya lo dijo el filósofo- “quien quiera saber como está España que se asome a una plaza de toros”.
Aficionados y público de ocasión acuden a los toros a la espera de “los Reyes Magos” de Jean Cau; al encuentro de la emoción única que provoca el toreo, que cuando se produce en divina forma suscita catarsis, abrazos, lágrimas y rompimientos de camisa y si no, enojo- o indiferencia, que es peor- . Entre una cosa y otra, todos los matices, claro.
También hay quien va a dejarse ver, vestidos y vestidas con sus mejores galas (pulserita rojigualda incluida), en las mejores localidades del tendido y si okupan los burladeros del callejón, ni te cuento.
Y allí, merodeando cual aves de presa, la clase (sic) política, que todo lo emponzoña. Último- pero no el último- ejemplo, la ocurrencia del Ministro Urtasun y las derivadas de ella, que, me temo, van a estar demasiado presentes en el discurrir del ciclo isidril, desviando la atención de lo único que debería tenerla: lo que ocurra en el ruedo.
Una distorsión que, ya en casi todas las plazas, pasa por la interpretación del Himno al romper el paseíllo, algo hasta ahora reservado a las grandes ocasiones y que es otra de esas cosas que el covid “ha traído para quedarse” y luego, durante la lidia, se suceden los vivas extemporáneos a España y sumsum corda. Una banda sonora , la de los gritos, que, si de Las Ventas hablamos y dado que en ella la Banda solo entra en acción en el impasse entre toro y toro, es aún más estruendosa.
Pequeños detalles, en efecto, pero que contribuyen a alimentar el discurso de tantos que, para atacarla, atribuyen a la Fiesta – lo de Nacional vamos a dejarlo- unívocas adscripciones políticas.
Para las primeras corridas de San Isidro ya han anunciado su presencia distintos políticos, alguno como el socialista vasco Eneko Andueza por encima de toda sospecha en cuanto a su explícita y documentada afición taurina, pero también, entre otros, el líder del PP, Alberto Feijóo, nuevo en esta plaza y que él mismo reconoce que aunque no es taurino irá “para defender la libertad cultural en nuestro país” ( cuando fue Presidente de la Xunta, se prohibió en Galicia la entrada de los menores a los toros, por cierto).
Por supuesto, a ellos se sumarán a lo largo del serial otros y otras, aclamados y entrevistados, mientras se llenan la boca de grandilocuencia oportunista.
De ese oportunismo político sería ejemplo palmario aquella tarde de la Monumental de Barcelona cuando, en pleno proceso para acabar con los toros en Cataluña, en el que cada corrida se vivía con una insoportable congoja y como grito de libertad que muchos de los “nuestros” no quisieron escuchar, el líder de Ciudadanos , Albert Rivera y el diputado del PP, Rafael Luna, se dejaron sacar a hombros de quienes, ilusos, confiaban en sus promesas pro taurinas, profanando un Puerta Grande que durante más de un siglo se abrió a los triunfos de los toreros, los únicos héroes.
Pese a todo, pese a tantos, el inicio de la Feria de San Isidro alegra las pajarillas, acelera el corazón y alimenta los sueños.
¡Cúchares reparta suerte!