Se echaba la tarde en Madrid cuando Francisco de Manuel proponía su verdad al quinto. Su verdad y sólo la suya, ante un toro emotivo de Baltasar, un animal con la fiereza que este hierro lleva grabado en su historia. Pero el rencor no debe ser mandamiento cuando, quien se juega la vida, decide guardarse diez embestidas más en detrimento de un puyazo menos. Aunque no guste -a mí tampoco- el gesto, sin embargo no debe ser condicionante para juzgar a quien propone la verdad que sabe o puede.
Y eso fue lo que Francisco de Manuel hizo ante el emotivo quinto, con tanta codicia como falta de profundidad en su viaje. Y eso fue quizá lo que determinó que el palco obviase el pañuelo azul. Porque tuvo emotividad para arriba, mas le faltó rebozarse en el viaje; porque tuvo una excelsa humillación que ya mostró en las enceladas embestidas al capote del colmenareño, mas no tuvo esa superclase que hiciese rotundo su conjunto; porque tuvo el funo casta y poder, mas no una extraordinaria bravura en cómputo final capaz de hacer una nueva ganadería. Y eso es lo que se premia en Madrid, la mejor de las mejores para el toro, aunque el rencor por una tercera vara que no se dio pese más para quien no es imparcial en este juicio.
Y todo ello aun cuando no estuvo pleno Francisco, al que el rincón de pensar debe hacer reflexionar sobre cómo debe regresar a Madrid cuando el sino así lo quiera poner. Porque a ese toro, al que dejó dos varas de lejos y mejor ejecutada la segunda Luis Alberto Parrón, lo brindó con el sector más crítico ya encima. De rodillas se echó para pegarle cinco lapas de hinojos a un toro que le embistió con codicia y por abajo, que le dejó dos series por la derecha de ligazón y buena proposición. Y al natural intentó romperse por abajo Francisco, proponiendo su trazo a un toro que le repetía cada proposición -quizá debió tomar esa mano mucho antes-. Ya, cuando quiso romperse por la zurda, se desinfló la obra, solo remontada por un voluntarioso final por doblones y una estocada contraria. Faltó rotundidad.
Antes, a su primero, le dejó un bello y sometedor inicio por doblones y se llevó a los medios a un toro que mantenía ese punto de motor pero sin calidad en su embestida. Un motor que se fue apagando a pasos agigantados, topándose De Manuel contra ese muro. Y tiró el joven de cercanías en el final de obra, sin eco.
Como tampoco eco tuvo Calita, cuyo nombre se fue con suma pulcritud de Madrid, porque dejó una tarde de crédito sin enemigos. El primero, en el quite de Francisco de Manuel por delantales, ya embestía por dentro y con un feo tornillazo, y en las telas de Ernesto cada vez más corto. Luego, los 584 kilos del cuarto se toparon con la disposición de Calita, que se cruzó e intentó agradar, pero sin eco. Y la internacionalidad de esta plaza seguirá esperando a quien es gente al otro lado del charco.
Álvaro Alarcón, que arrastraba una dura lesión desde marzo, no tuvo hoy su tarde soñada en Madrid. A su primero quiso dejarle muerta la muleta en medio de las series, y logró algún momento bello pero muy aislado. Y al sexto intentó como pudo poderle al funo. Una lástima que no quisiese. Pronta recuperación.
Y así acabó una tercera función de emociones encontradas, de puntos de vista que hacen grande a estos tendidos. La diversidad, cuán importante en este rito.
FICHA DEL FESTEJO
Plaza de toros de Las Ventas (Madrid). Tercera de la Feria de San Isidro. Corrida de toros. Dos tercios de entrada.
Toros de Baltasar Ibán. Desiguales de hechuras, pero serios de presencia. De viaje muy corto y nada humillador el primero; Cada vez más apagado un tercero de soso viaje; de noble embestida a menos el tercero; sin vida y muy a menos también el cuarto; de codicia y entrega el emotivo quinto, ovacionado; de codicia apagada la de un sexto a menos.
Ernesto Javier “Calita” (espuma de mar y oro): silencio tras aviso y silencio.
Francisco de Manuel (berenjena y oro): silencio tras aviso y ovación.
Álvaro Alarcón (blanco y plata): silencio y silencio.
Cuadrillas: Fue ovacionado Juan Carlos Rey por sus pares al segundo.
Incidencias: Se guardó tras el paseíllo un minuto de silencio en memoria de Pedro Giraldo.
FOTOGALERÍA: LUIS SÁNCHEZ OLMEDO