He buscado en Google, ese que todo lo sabe, y en Youtube, el que lo sabe casi todo, y no he encontrado ni una sola referencia que relacione a Jesús Hermida con los toros. Lo digo por los que van a empezar a ponerme verde porque le dedique esta columna. Pero vamos, que me da igual. Que mi madre se ducha todos los días, por si alguien tiene tentaciones.
El caso es que a veces los mejores ejemplos hay que buscarlos fuera. Darle un poco de perspectiva al asunto. Y sobre todo salirse de la ciénaga en la que el mundillo este pasa sus días. Por eso hoy hablo de Jesús Hermida.
Lo traigo aquí por tres motivos: primero, porque es (y recalco el presente, porque ciertas cosas nunca mueren) un maestro del periodismo. Te podrá gustar o no, podrás echarle en cara la no-entrevista al rey como el peor final de sus días periodísticos, pero lo cierto es que marcó una nueva forma de hacer televisión en España. Elegante, cercana, para todos los públicos.
Segundo motivo: porque me recuerda a Carril. Este sábado andábamos Germán San Nicasio y yo hablando de él. No dijimos aquello que solemos decir, eso de «se nos fue sin torear”, pero sí pensamos que este año hace diez que andamos sin él y que es lo más auténtico que ha pisado Las Ventas en mucho tiempo. Y que merece un homenaje. Lo escribo aquí por si el Wellington (o, en su defecto, Carlos Abella) recoge el guante.
Tercer motivo: porque me he escuchado su mensaje de seis minutos con motivo del centenario de la Asociación de la Prensa de Huelva y, entre sus citas y sus recuerdos, me quedo con aquello de «¿Y por qué no esperar que algún día las cosas serán diferentes?”.
Él se refería al periodismo de verdad. A la integridad y la pureza. A la búsqueda de la objetividad (aunque todos sepamos que no existe). Y yo me lo quedo para esta columna porque me gustaría pensar en un «por qué no” para el toreo.
Por qué no esperar, si tenemos todo el tiempo del mundo. O quizá no tanto.