LA CRÓNICA DE SAN ISIDRO

Si José lo viera por una rendija…


miércoles 15 mayo, 2024

La edad de un encierro de cinqueños pasados les impidió desarrollar a buenos para un Perera inmenso y un Ureña entregado

Perera Rendija (1)
Perera se vislumbra entre las tablas del burladero de Las Ventas © Luis Sánchez Olmedo

A don José Moya, que en gloria esté.

¡Ay, José! Si lo hubieras visto por una rendija… Quiero creer que es así y que les hubieras soltado un par de collejas a todos los que decidieron que ese encierro llegase a Madrid en el día del Patrón y representando a tu hierro. Esa colección de carne -que puede que, en su día, hubiese embestido-, esa escalera de hechuras destartaladas, coronadas por un sexto que hubiesen pagado a precio de oro para las calles no es presentable en la plaza más importante del mundo. Y más cuando están a cinco meses de cumplir los seis años y en el rabo arrastran vivencias para saber latín.

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Ese, y no otro, la edad, fue el problema generalizado que echó por tierra la festividad de San Isidro. A plaza llena, con dos toreros muy de Madrid y una confirmación, todo muy bien tirado. Excepto el material para esculpir. Y mira que estaba en el cartel un Miguel Ángel Perera en un momento tal que es capaz de hacer que embista una mesa camilla. Fíjate que llegaba Paco Ureña con esa entrega ofrecida por delante a los dos toros que enlotó en la mañana. Ten presente que a Alejandro Fermín le hacía falta cualquier resultado positivo que pudiese amarrar en Las Ventas; dejar una buena imagen ya era importante para el extremeño, que no tiene la temporada hecha. Ni así, José. Casi todo fue un desastre.

Te gustará saber, José, que Perera anda con el trapo con una facilidad que le perjudica en muchas ocasiones. Se sabe tan enorme, tan poderoso, con tal seguridad en lo que hace, que parece muy fácil lo que ejecuta en el ruedo. Y eso que no logró estirarse del todo con el capote, ni con los delantales del saludo al segundo, ni con las chicuelinas del frustrado quite a ese mismo toro, cuando aún creía el extremeño que iba a tener solución. Ese inicio genuflexo, poderoso pero empujado, rematado con un pectoral de gran talla preludiaba algo grande, pero al funo le faltó formalidad en la embestida y le sobró resabio en la intención para entregarse a la pelea. Por eso se quedó Miguel toreando solo, proponiendo lo que le robaba porque nada había de parte del toro. Tan metido venía Miguel a Madrid y tan frustrante fue el trasteo que cuando le triubutó la plaza una ovación ni siquiera tuvo fuerza para salir a saludarla.

Cuando se hincó de rodillas en los medios para saludar al cuarto con un cambiado y una serie de tremendo poder, aún con el hinojo enterrado, todo el mundo vio el cuchillo que le brillaba a Miguel entre los dientes. Pero ni así, José, pudo hacer que ese cornalón cuarto, castaño y con hechuras de calles, se fuera para adelante en una faena que brilló en varios naturales extraídos a regañadientes, a base de capacidad y fe para medirle la distancia que provocará aunque sea una repetición. Te hubiera gustado, José, si lo hubieras visto por una rendija.

También Ureña, pero es que a Paco hace tiempo que no le embiste un toro por derecho en Madrid. Y con encierros como el de hoy le va a costar más de un disgusto, porque no se puede ofrecer más pecho, muslos y barriga a un animal que nada tiene dentro, como ocurrió con el tercero. Simplemente se orientó muy pronto de que nada había detrás del trapo, porque en octubre cumplía los seis años y ya estaba en edad de desconfiar. El quinto, que tenía culata de choto Limousín, se negó a caminarle del embroque en adelante. Pero no por falta de recorrido, sino por pura desconfianza de lo que hubiera detrás. Sin fondo, sin raza, sin bravura, sin nobleza. Y, encima, los mató mal. Al menos, le quedan dos tardes.

A Alejandro Fermín, no, José. Tenía el extremeño dos balas este San Isidro, y ninguna de las dos atinó en el blanco. ¿Sabes lo que pienso? Que es dos toreros distintos, Alejandro: el que maneja la mano derecha, solvente sin más, y el que se entrega con la zurda, brillante y decidido, pero ninguno de los dos ‘parralejos’ que hoy tuvo entre las manos fueron animales de izquierda. Por eso cuando los cinqueños llegaban a decir algo -el primero, en ocasiones- no lo decía Alejandro, que sí destacaba, por contra, por donde el animal no lo tenía. Un despropósito importante mal rubricado, además, con la espada, por lo que no quedará mucho recuerdo del paso de Fermín por este San Isidro.

Pero, si lo viste todo por la rendija, José, manifiesta de alguna forma tu disconformidad, que tú siempre fuiste exigente con la forma de emplearse los toros en la plaza. Que yo sé que hay que venderlo todo y sólo dos de hoy valían para las calles, pero hay que defender un prestigio bien ganado -en Sevilla, por ejemplo-, y ese es difícil guarecerlo con cinqueños revenidos y demasiado orientados para el toreo. Fíjate cómo sería, José, que hoy ni Perera pudo triunfar…

FICHA DEL FESTEJO

Plaza de toros de Las Ventas (Madrid). Feria de San Isidro, sexto festejo de abono. Corrida de toros. Lleno.

Toros de El Parralejo. Grandones, viejunos y fuera de tipo. De humillada voluntad sin fondo el primero; informal y renuente el viejuno segundo; vulgarón y sin clase el imposible tercero; enfondado pero complejo el exigente castaño cuarto; remiso y sin viaje el castaño quinto; pasador sin clase ni entrega el enorme sexto.

Miguel Ángel Perera (botella y oro): ovación tras aviso y silencio tras aviso.

Paco Ureña (caña y oro): silencio y silencio.

Alejandro Fermín, que confirmaba alternativa (lila y oro): silencio tras aviso y silencio tras aviso.

Cuadrillas: saludaron Fini y Vicente Herrera tras banderillear al cuarto.

FOTOGALERÍA: LUIS SÁNCHEZ OLMEDO

Fotogaleria Madrid 15 5 2024