Entre paquete y paquete, Juan de Castilla tiene cinco minutos para atendernos el día después de su hito. Una concurso por la mañana en la cuna del torismo y una de Miura por la tarde, en la plaza más importante del mundo. Un toro de Prieto de la Cal, otro de Pages-Mailhan y dos de Zahariche, tres ovaciones y una oreja. Y 2.000 kilómetros entre la matinal francesa y la vespertina madrileña. Muchas emociones para un mismo día. Mucho miedo tragado en una sola jornada, pero también mucho respeto conseguido entre los que no lo conocían de nada.
Y a pesar de todo, Juan de Castilla se ha levantado este lunes temprano para trabajar en la empresa de paquetería que le paga las facturas. Desde el almacén, ubicado en Coslada, atiende a Cultoro para valorar una jornada de mucho mérito: «La verdad es que fue un día muy largo e intenso. A pesar de todas las dificultades que se fueron presentando, cuando me estaba duchando pensé, ¿qué más pude haber hecho? En lo único que fallé es en pinchar el primer toro de Miura. Quizá hubiese podido tener premio, o quizá no. Quería cortarle las orejas, y que cayese rodado, para mí era muy importante eso, pero el destino quiso que saliese así la tarde«, narra Juan mientras recibe llamadas y entregas de paquetes en su puesto de trabajo.
«Ayer, todo lo que hice, lo hice muy a conciencia, con mucho sentido, con bastante profundidad. No hice nada por hacerlo. A medida que se iban pasando los toros, yo no pensaba que era un toro menos, sino un toro más”, confiesa el joven. “Estaba muy concienciado de todo lo que estaba ocurriendo. Es verdad que, en Madrid, la corrida no nos dejó hacer mucho más, pero por lo menos la gente vio que hubo entrega», añade.
«Torear en Pamplona sería una maravilla«
Ayer se cambió en la Sala de Toreros para volver a convertirse en el torero que dejó de ser en un vuelo comercial de Toulouse a Madrid, a donde lo condujo el mal tiempo y casi lo arruina la decisión de un ganadero de no cambiar el turno de lidia en Vic Fezensac. Entró de paisano y salió de héroe. E hizo gala de su condición una vez que el público de Las Ventas lo obligó a saludar tras el paseíllo. Cuando se despedía de la plaza, camino de la furgoneta que lo llevaba a vestirse de nuevo de paisano, dejó impronta suficiente para que lo llamen de Pamplona, aunque sea para matar la de Escolar. Este es un torero de los que gustan en San Fermín, porque no se guarda nada.
«Ojalá. Torear en Pamplona sería una maravilla. Estaría encantadísimo de ir con la que quieran, no tengo problema para nada. Creo que he mostrado que tengo capacidad para cualquier tipo de toro. Claro que me encantaría matar la de Núñez del Cuvillo o la de Victoriano del Río, pero sé que no es posible. La que sea, pero que me pongan. Estoy feliz y encantadísimo para ello; creo que estoy en el momento más maduro de mi vida, en el más consciente y el más capacitado para enfrentarme a cualquier tipo de toro«, añade Juan de Castilla.
Por último, valora la mañana de Vic: «Es verdad que fue una mañana densa, porque al principio no estaba tan cargado el ruedo ni enfangado, pero a medida que iba avanzando, llovía y cada vez era más impracticable, no podías dominar mejor los vuelos, no podías echar la bamba adelante, no te podías reponer, las zapatillas se te pegaban al suelo… fue duro. Pero ahí es donde entra en juego la buena preparación física y mental. Estuve a punto de cortarle las dos orejas al toro, y si se echa más rápido lo hago«, concluye feliz.