Hay que plantearse muy seriamente cuáles son los resortes de poder de una plaza de toros, quién tiene de verdad la autoridad y, sobre todo, por qué nos produce más placer el hecho de negar que el de conceder. Parece que no somos buenos aficionados ni sabemos una palabra de toros si no negamos, sojuzgamos o incluso condenamos al que viene a hacer una miaja de mérito y a pegarse con lo gris. Es como si presidiese el festejo un tablón de buena madera al que diese igual lo que escuchase a los lados, porque no lo sabe interpretar. Y es que los tablones no tienen cintura. Ni para retorcerse, ni mucho menos para leer las circunstancias de una tarde.
Al tablón del turno de hoy habría que explicarle que esa oreja que se pidió mayoritariamente en el quinto para un Manuel Escribano muy superior a las adversidades no la puede pasar por el tamiz del Reglamento -aunque áun así no se comprende que la niegue-. Esa actuación del sevillano, cuando más arreciaba la lluvia, tuvo emoción, tuvo pasajes de clase, tuvo arrojo al comenzar de rodillas en el altar de los sustos, contuvo un meritorio tercio de banderillas de gran compromiso y tuvo una estocada que optará a la mejor de la feria cuando se concedan los premios. Es verdad que hubo altibajos, que hubo que medir al toro y que a la hora de pedir la oreja la gente se arremolinaba en gradas y andanadas, pero eso no evita que un tipo que dice presidir un festejo tenga la cintura suficiente para valorarlo todo. Y, haciéndolo, era de oreja.
🎥 RESUMEN del festejo de hoy de #SanIsidro en @LasVentas:
— OneToroTV (@OneToroTV) June 6, 2024
➡️ Torería y suavidad al natural de Antonio Ferrera con el cuarto
➡️ Gran tarde de Manuel Escribano. Se le negó la oreja en el quinto en una faena de valor y entrega de principio a fin
➡️ Buenos momentos de José… pic.twitter.com/ge3xuK19jU
No hubiera pasado nada, porque no se abría la sacrosanta puerta grande, ni se profanaba el sagrado libro del estilo de Madrid. Sólo se premiaba a un torero -para entonces calado hasta los huesos y habiendo tragado las de Caín- para reconocer su entrega. ¿Es eso tan descabellado? Pero, no, oiga: los tablones no tienen cintura, y hoy estaba sentado uno entre los dos asesores, para perjuicio del torero de Gerena.
También de Antonio Ferrera, que igual también hubiera visto los pañuelos a la muerte del cuarto si la espada no hubiera caído, más que baja, chalequera. Fue con él en la plaza cuando empejó a jarrear, y cuando llegaron los toros que tuvieron, al menos, la humillación por denominador común. El cuarto, que recordaba la sangre más pura de los albaserrada antiguos, tenía hasta profundidad en la embestida, pero como no le acompañaba nada la fuerza, pasó por toro escaso, imposible para el triunfo. El brillante fue Ferrera para soplarle tres lambrazos con media muleta al natural y sólo el vuelo, sin ayuda, cuando se la echó a la diestra. Ahí comenzó a rugir un tendido que se había aburrido una barbaridad con los tres primeros, demasiado parecidos a los de ayer y anteayer; la segunda parte de la corrida, en cambio, fue harina de otro costal.
También para José Garrido, que había tenido que pechar con un tercero que se atornilló a la arena y no se quiso mover más. Su situación, sin embargo, de torero que quiere navegar en los carteles de ferias, le exigía echar el paso con ese gigantón sexto que pasaba los seis quintales pero pareció tontorrón cuando se le vino con pies a humillar en los lances. Ahí ya brilló José, que trató de mimar al funo para que no perdiese las ganas, y así le llegó a la muleta para que lo pudiese torear. Lo hizo, claro, porque el extremeño sabe que está en el momento de madurez, que puede tirar de raza y también de clase y de vuelo para acariciarle la nobleza a ese sexto pasador. No llegó tanto la faena de José porque fue a media altura como la quiso el bicho, al que le costaba llegar al suelo con aquel corpachón. Pero se fue con una ovación en la que le decía Madrid que sigue siendo bienvenido.
Y todos para casa corriendo, que allí seguía el tormentón, que puso la duda en el aficionado de cómo se va a terminar la feria. De momento, mañana, con una de Victoriano del Río.
FICHA DEL FESTEJO
Plaza de toros de Las Ventas, Madrid. Vigésimo cuarta de abono de San Isidro. Corrida de toros. 21.168 espectadores.
Toros de Adolfo Martín. Con trapío sin estridencias, excepto el grandón sexto, fuera de tipo. Dormilón y con zorrería el orientado primero; geniudo y de escasa humillación el segundo; agarrado al piso el remiso tercero; profundo sin fuelle alguno el cuarto; alegre y con calidad sin fuelle hasta que se orientó, el quinto; noble y pasador el grandón sexto.
Antonio Ferrera (blanco y oro): silencio y ovación tras aviso.
Manuel Escribano (malva y oro): ovación y vuelta al ruedo.
José Garrido (verde nilo y azabache): silencio y ovación.
CUADRILLAS: Ángel Otero y Víctor Manuel Martínez se desmonteraron tras parear al cuarto.
FOTOGALERÍA: LUIS SÁNCHEZ OLMEDO