SANTANDER

Morante pide la cabeza del toro ‘Piñonero’: el toro de su regreso quedará inmortalizado para siempre


miércoles 24 julio, 2024

El diestro cigarrero pidió la cabeza del primero de su lote ayer en Santander, el toro con el que regresaba a los ruedos.

Morante Toro
Morante y el toro de Domingo Hernández lidiado ayer. © Lances de Futuro

Todos los aficionados tenían marcada en rojo la tarde del 23 de julio. Tras diez semanas y más de 50 días fuera de los ruedos volvía a éstos José Antonio «Morante de la Puebla«, un diestro que no se ponía el traje de luces desde el pasado 31 de julio en Cáceres, curiosamente con una corrida de Domingo Hernández y en un coso también gestionado por José María Garzón (Lances de Futuro). Tras la faena del hispalense los componentes de la retransmisión hablaron de las cualidades de un animal con el que reapareció un espada muy del gusto del aficionado.

“Ha sido un toro interesante, con movilidad, y con obediencia. No ha sido un toro fácil, ha requerido tener delante un torero de gran firmeza y sentido del torero. Morante ha estado perfecto, le hizo las cosas perfectas y así es más fácil que los toros se entreguen”, comentaba Eduardo Dávila Miura -matador de toros sevillano- en los micrófonos de OneToro, canal que está presente este año en todos y cada uno de los festejos celebrados en Santander.

Un toro al que Morante de la Puebla pidió que se le cortara la cabeza, un animal muy significativo en su carrera al que le cortó una oreja de peso, un astado marcado a fuego con el número 110, un ejemplar de pelo negro, nacido en marzo de 2020 y de 509 kilos de peso. Un astado de nombre ‘Piñonero’ perteneciente al hierro salmantino de Domingo Hernández, una de las divisas más importantes del campo bravo.

El ejemplar estará de por vida en casa del diestro de La Puebla del Río, un astado que sin ser extraordinario sí tuvo esas virtudes necesarias para que José Antonio Pudiera esculpir una faena como la realizada en el día de ayer en el coso de Cuatro Caminos. Un torero que nunca perdió la sonrisa, un torero fiel a sí mismo, franco con lo que hace y consecuente con sus actos. Un espada que disfrutó de todo lo que hizo en ese festejo donde volvió a sentir el cariño y el respeto de la afición.

“El toro tenía mucha rabieta, aun siendo un toro notable, pero a veces me enganchaba la muleta y él tenía el defecto de picar siempre con el pitón la muleta en vez de seguir para adelante. Ha sido una guerra entre dos”, señaló el diestro de la Puebla del Río tras pasaportar al segundo astado de la tarde. Un festejo donde el aficionado volvió a reencontrarse con ese torero que tanto echaba de menos.