Por Paco March
Cuando el viajero taurino llega a Olivenza, en los aledaños de su (preciosa) plaza de toros se encuentra con el Parque de los Pintassilgos, pajarillo cantor de colorido plumaje y suave y alegre canto, originario de Brasil que llegó a tierras portuguesas y, claro, hasta la limítrofe ciudad oliventina.
El 8M del 2020 de nuestras desdichas, Olivenza dio la última feria, las últimas corridas de cuando la vida era vida y transitábamos por ella a cara descubierta. Y, como tantos años, allí estuve para contarlo.
Han vuelto los toros a Olivenza, por un día (una noche, para ser exactos) y fuera de calendario y no estaba allí, pero, vistos por televisión, mientras Morante expresaba la rotunda belleza del toreo, he creído escuchar ese canto añorado.
Lo de José Antonio Morante Camacho , en el quinto, ha sido un recital, un sortilegio de toreo y de torería. Morante torea con todo, con el cuerpo y con el alma y, al hacerlo, adquiere una dimensión que lo trasciende. Asombra el toreo de Morante porque aúna belleza, conocimiento y apasionada entrega.
Al acabar Morante su obra de arte supremo, aún en la retina lances, muletazos, andares, reparé ¡qué cosas! en que la tauromaquia afronta sus tiempos más decisivos. Y lo va a hacer con un nuevo Ministro de Cultura, en cuyas competencias se adscribe.
A Iceta, el Ministro, le conocemos en Cataluña por sus bailes y , también, por su tibieza acomodaticia. Iceta, como jefe del grupo parlamentario del PSC, dio libertad de voto en la votación del Parlament que significó la prohibición taurina en Cataluña y lo hizo porque sabía el resultado. Iceta, en sus juegos malabares, llegó a proponer como moneda de cambio las corridas “ a la portuguesa”, rechazada por unos y otros, faltaría más.
A Iceta no le gustan los toros, tampoco los correbous . Allá el.
Pero ahora que la tauromaquia está bajo su jurisdicción, habrá que estar alerta a sus maniobras.
Iceta no ha visto a Morante y, por eso, jamás podrá entender que la tauromaquia es cultura. Y mucho más.