Entrega, pureza, sinceridad con el público y con el toro, búsqueda de los cánones clásicos de la tauromaquia y obsesión por el perfeccionismo. Estos son los cimientos sobre los que Javier Cortés (1989) ha construido siempre su carrera, esa que le ha llevado en varias ocasiones a situaciones límite en las que lo más fácil hubiera sido arrojar la toalla. Pero nunca lo ha hecho. Su amor y pasión por la profesión han sido siempre más fuertes. Por eso, el diestro madrileño continúa en la lucha más curtido que nunca tras superar auténticas pruebas de fuego con las que ha rendido su particular tributo al oficio y que le han obligado a tirar de una gran capacidad de resiliencia para poder salir adelante. Ahora, encara su decimocuarta temporada de alternativa con la inquietud de seguir perfeccionando su tauromaquia y continuar evolucionando como torero. Aunque de momento tendrá que hacerlo en los pueblos, este torero tiene argumentos de sobra para llamar a la puerta de las grandes plazas.
El de Javier Cortés es uno de esos casos inexplicables para el común de los mortales que nos recuerdan que los toreros, esos seres humanos dotados de una sensibilidad extraordinaria para crear arte delante de un animal de 600 kilos, están hechos de otra pasta diferente. Si no aceptáramos esto, sería imposible entender cómo alguien decide volver a mirar a la muerte cara a cara después de tenerla tan cerca. Su profesión le ha pegado muy duro muchas veces. Hasta desgarrarlo por dentro y por fuera. Pero ahí sigue, enamorado de ella tanto o incluso más que el primer día.
A lo largo de su trayectoria, el diestro madrileño ha vivido grandes tardes para el recuerdo, pero también demasiados sinsabores (temporadas completas en casa, percances…). En definitiva, momentos gobernados por la incertidumbre de no saber qué pasará en el futuro, en los que asaltan las dudas sobre si el esfuerzo y el sacrificio merecerá la pena. La respuesta ha sido siempre la misma. “Todo esto me ha hecho enamorarme mucho más de mi profesión, de lo que me siento muy privilegiado. La vida me ha puesto a prueba, pero he seguido luchando y por eso estoy aquí”, señala.
Javier Cortés y su amor a la profesión
¿El motivo que impulsa a Javier Cortés a continuar peleando día a día para volver a la cara del toro? La búsqueda de su mejor versión, tal y como reconoce el diestro madrileño. “Lo que me mueve a seguir en la lucha es el amor al toreo, pero también mi inquietud por perfeccionar mi tauromaquia con capote, muleta y espada”.
Aunque el lenguaje de sus cicatrices revela una amplia colección de percances, uno de los más graves fue el del 15 de septiembre de 2019 en Las Ventas, cuando el pitón de un toro de Marqués de Albaserrada impactó en su globo ocular en una terrible cornada que pudo poner fin a su carrera. Tras varias operaciones, Cortés comenzó un lento periodo de recuperación que enlazó con la llegada de la pandemia. Él tiene muy claro que “la paciencia fue la clave para recuperarme y poder sanar las heridas de ese gran percance. En estos momentos de parón nunca me he quedado llorando en un rincón o viendo cómo pasa la tormenta. Siempre los he aprovechado para indagar más en mi profesión y estudiar sobre toros, lo que me servía de alimento para mantenerme ilusionado”, indica.
Todo ello, por supuesto, sin dejar de lado la preparación como torero, en la que Cortés identifica tres componentes clave: el mental, el físico y el técnico. “Si alguna de estas tres variables falla, es difícil sacar adelante una tarde, una temporada o una carrera como torero. Yo siempre le he dado mucha importancia a estos tres factores, especialmente al mental y al técnico, lo que me ha ayudado a superar los momentos más difíciles”, apunta.
Torero de Madrid
Tras 14 años navegando por el escalafón de matadores de toros, el inicio de temporada de este 2024 le concedió un auténtico privilegio para cualquier torero madrileño: poder vestirse de luces en la tradicional corrida Goyesca del 2 de mayo en Las Ventas. Aunque ninguno de los astados de la ganadería de El Montecillo colaboró para el triunfo, Cortés pudo exponer su concepto, avance y progresión. De hecho, recuerda que “las sensaciones fueron buenas, pero es cierto que buscaba un triunfo importante para poder abrir las puertas de las ferias y no lo pude conseguir”.
Madrid, su plaza, esa en la que ha aprendido a ser un buen aficionado desde niño, le ha regalado sus momentos más dulces, pero también los más amargos de su trayectoria. De hecho, todavía recuerda con cariño y añoranza aquellas tardes en las que acudía al tendido de la mano de su padre y de grandes aficionados (muchos de ellos ya fallecidos) que “sabían muchísimo del toro y del torero. ¿Quién me iba a decir a mí que algún día alcanzaría el sueño de poder torear en Madrid?”, se pregunta.
Y es que, Javier Cortés es muy consciente del respeto y el cariño que la afición madrileña siente por él y por eso se siente torero de Madrid. “Cuando me acerco por la plaza, los aficionados me transmiten que quieren verme torear y esto para mí es un sueño cumplido”, confiesa.
Una temporada de transición
Después de la Goyesca, el torero de Getafe afrontará este domingo 4 de agosto su segundo paseíllo de la temporada en Villacañas (Toledo), donde estoqueará una cuajada corrida de Alcurrucén junto a sus compañeros Esaú Fernández y Víctor Hernández, un compromiso que le ilusiona especialmente. “Es un buen cartel en una plaza de toros bonita y con una ganadería con garantías. Además, los dos compañeros están en muy buen momento y creo que puede ser una tarde en la que haya cosas muy bonitas. He tenido la oportunidad de ver la corrida y tiene mucho cuajo y trapío. Ojalá pueda entenderme con alguno de los toros y expresarme como busco”, asegura.
Villacañas será el punto de partida de una serie de compromisos en diferentes pueblos en una temporada de transición que servirá para “sumar y seguir en la lucha”. Eso sí, siempre con la mirada puesta en entrar el próximo año en plazas de mayor categoría.
A sus 35 años, la mayor ambición de Javier Cortés es seguir creciendo como torero para “poder ayudar a otros compañeros que empiezan”. Su gran deseo es ese: “Que el día de mañana los chavales puedan pensar en mí como un referente del toreo puro y clásico y beban de mi fuente, para lo que tengo que seguir mejorando”.
Aunque no oculta que le gustaría pisar un ramillete de plazas en las que aún no ha podido hacer el paseíllo, en este momento de su carrera el marco no es algo que le obsesione especialmente. “Me siento torero y quiero expresar mi tauromaquia en cualquier plaza. Lo importante es el diálogo con el toro, por lo que para pegarle esos veinte muletazos que te llenen el alma, no es tan relevante el lugar”, concluye.