HUELVA

Látigo y seda


sábado 3 agosto, 2024

Alejandro Talavante paseó una oreja del cuarto, otra del quinto Juan Ortega en una tarde donde cinceló una cadendiosa y bella faena al tercero. Roca Rey anduvo rotundo y se llevó cuatro premios de una desigual y exigente corrida de Juan Pedro Domecq

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Foto: Porcuna

Alejandro Talavante, Juan Ortega y Roca Rey hacían el paseíllo, este 3 de agosto, en la cuarta de abono de la Feria de Colombinas de Huelva. Se lidiaban un encierro de Juan Pedro Domecq. Tres toreros que dejaron patente su concepto en el coso onubense, uno por la vía de la caricia y la cadencia, otro por la improvisación y la personalidad y el último por la quietud y el mando. Espadas que fueron látigo y seda para domeñar en su muleta las embestidas de una corrida nada fácil por la condición de esta.

Un desigual Talavante, silenciado con el díscolo primero

Partió plaza el extremeño Alejando Talavante ante un bajo y armónico toro de Juan Pedro Domecq, un ejemplar con movilidad y repetición en sus embestidas pero de con genio y cierta aspereza. Buscó siempre alargarle la embestida e ir puliendo esa brusquedad con la que tomó los trastos. Dejó pasajes sueltos donde conectó rápidamente con los tendidos, pero su labor no pudo tomar altura por la irregularidad de la misma. Talavante porfió por ambos pitones aguantando alguna que otra colada del de Juan Pedro. Se atascó tanto con la espada como con el verduguillo y fue silenciado tras una labor donde nunca acabó de encontrarse cómodo con el animal.

Ortega se inventa una faena de pura cadencia al manso y huidizo segundo, al que pincha

Venía la gente con ganas de ver a Juan Ortega tras no estar presente en las últimas ediciones de la Feria, y pese a no cortar orejas dejó huella en todos y cada uno de los aficionados que llenaron el coso onubense. Al sevillano le cupo en suerte un castaño de Juan Pedro de mansa condición, un astado que no se dejaría torear capa pese a la predisposición de un torero que no dudó en apostar por el animal. Empujó con genio en el peto para posteriormente arrancarse con disparo en los capotes. Pese a esa mansa condición Juan le vio cosas buenas, sabía que si conseguía meterlo en los trastos podía ser toro que le dejara expresarse. Su comienzo por bajo tuvo armonía y cadencia, Ortega se salió con el animal a los medios para dejársela planchada en una serie de gran regusto con donde sobresalieron varios naturales con la rodilla genuflexa y el mentón en el pecho. Pese a la huidiza embestida del Juan Pedro este tuvo cierto son y transmisión en las telas, esa que aprovecharía Juan para cincelar muletazos de cintura partida y muñecas rotas. Al natural también dejaría muletazos con aroma arrabalero, esos que no tuvieron continuidad por la condición de un ejemplar que acabó en la puerta de chiqueros en un final de gran torería. Aquello que iba camino de premio se esfumó por el mal uso de los aceros. La cerrada ovación con la que le premió Huelva al torero son de esas que reconfortan.

Roca Rey se asegura la salida en hombros tras desorejar al tercero

En tercer lugar salió un castaño de Juan Pedro que tampoco tuvo la clase que lleva por bandera esta casa ganadera. Este fue otro animal con genio y cierta aspereza al que Roca Rey no acabó de pulir dichos defectos. El peruano lanceó con mayor intención que lucimiento a un toro que embistió con velocidad pero sin entrega, esa que tampoco mostraría en el caballo. Andrés sabía que no podía dudarle, y así lo hizo en un inicio explosivo que metió a la parroquia en su labor. A diestras buscó torearlo con limpieza pero el juanpedro siempre tendió a pasar en línea recta y con la cara a media altura. Porfió Andrés en una faena correcta, una labor donde nunca se aburrió ante un ejemplar con transmisión pero con cambios de ritmo. Con el astado ya a menos se metió en los terrenos de este, un lugar donde Roca Rey se siente como pez en el agua. Se dejó llegar los pitones a la taleguilla en un alarde de valor y seguridad. La plaza se entregó como no lo había hecho en el toreo fundamental, algo que unido a una estocada en buen sitio pusieron en sus manos el doble trofeo del toro venido de Lo Álvaro.

Talavante deja muletazos de su personal corte y pasea una oreja tras dos avisos al cuarto

Talavante paseó la oreja del cuarto tras una faena ganada a ley, un trasteo con una primera parte donde toreó con temple, naturalidad e improvisación al noble y manejable Juan Pedro y una segunda donde se aceleró algo más ya con el toro más apagado y con menos recorrido. Tuvo variedad el saludo capotero, ese en el que llegaría mucho a los tendidos con chicuelinas de su personal concepto. Se le midió en el jaco para llegar a la muleta con movilidad y buen son. Apostó por darle distancia y dejar que se viniera de largo. Dibujó muletazos largos y hondos, se gustó llevándose al animal tras la cadera, en un trasteo donde todo lo hizo con ese ritmo tan personal en su toreo. Vimos a un espada más centrado, un torero que sabía que tenía que jugar con las distancias y las alturas para conseguir que el toro no bajara la persiana. Se ajustó el animal en muletazos que recordaron a ese Talavante de antaño. Fueron chispazos, pero estos llegaron rápidamente arriba. Con el toro ya a menos decidió acortar las distancias en un final de obra algo más atropellado. Enterró el acero al primer intento pero el toro se amorcilló. Sonaron dos avisos, algo que no fue óbice para que se le concediera una oreja.

Ortega pasea la oreja del “esaborío” quinto

Cerró su presencia en Huelva Ortega con una labor porfiadora ante un animal que nunca se entregó, un astado vacío de casta y de ritmo cambiante. Mostró sus intenciones en el quite antes de iniciar de forma muy torera su labor con ayudados por alto toreando con todo el cuerpo. Tomó la derecha para cincelar una tanda donde hubo mayor intención que lucimiento por parte del torero pese a dejar pases de su personal corte. Ortega se colocó en el sitio, le presentó la pañosa con despaciosidad e intentó acabar el muletazo tras la cadera, pero el de Juan Pedro siempre la tomó a regañadientes soltando la cara y acortando su viaje. Pese a ello Juan continuó delante de la cara del animal para intentar sacar agua de un pozo casi vacío. Tomó la mano izquierda pero por ahí el toro tampoco quería deslizarse. Varios arreones y alguna que otra colada no mermaron el ánimo de un espada que hoy venía con la hierba en la boca. Tras una buena estocada se le pidió, y concedió, una cariñosa oreja como premio a una tarde donde siempre quiso tirar hacia adelante tuviera el toro que tuviera delante.

Roca Rey pasea las dos orejas del manejable sexto

Le paseó el doble trofeo Roca Rey al sexto, animal con movilidad y transmisión de Juan Pedro pero al que le costó emplearse por bajo. Fácil y habilidoso estuvo con la capa para más tarde acompañar las embestidas a media altura del astado. Andrés no quiso someter a un astado que estaba cogido con alfileres, de ahí que optara amoldarse a este y torear siempre a favor de obra. Se le dejó siempre puesta para aprovechar la inercia de un toro que poco a poco se fue apagando. Hubo muletazos limpios, otros enganchados, pero lo que no hubo fue un paso atrás. Cuando el toro perdió la chispa la labor bajó enteros, no así un final en la distancia corta donde se sintió como pez en el agua. Tras pasaportar al juanpedro le fueron concedidas las dos orejas tras una atronadora petición.

FICHA DEL FESTEJO

Plaza de toros de La Merced, Huelva. Tercera de la Feria de Colombinas. Corrida de toros. Lleno.

Toros de Juan Pedro Domecq. De movilidad geniuda un primero exento de clase; de mansa y huidiza embestida un segundo con transmisión y ritmo cuando iba metido en las telas; con movilidad y cierto carácter el desigual tercero; con nobleza y cierto temple el manejable cuarto; de cambiante embestida un quinto que nunca se entregó, de fija, pronta y noble embestida el manejable sexto.

Alejandro Talavante, silencio y oreja tras dos avisos.

Juan Ortega, ovación tras leve petición y oreja

Roca Rey, dos orejas y dos orejas

CUADRILLAS: Saludó Javier Ambel tras parear al primero, amén de Antonio Manuel Punta en el sexto.

FOTOGALERÍA: EDUARDO PORCUNA

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