TEXTO: SANTIAGO ROMÁN / FOTOS: ALFONSO PLANO
El Juli, José María Manzanares y Pablo Aguado trenzaban, en la tarde de este sábado, el paseíllo en Mérida en una de las corridas que más expectación habían levantado en el inicio de esta atípica temporada 2021. Además, se trataba de la segunda cita taurina de Extremadura esta campaña, y en la cual también se lidiaba un encierro de Luis Algarra.
Con 20 minutos de retraso sobre la hora prevista salió el primero toro, toro sin espíritu al que se le dejó un picotazo, siempre sin fondo físico y con el que El Juli se vio sin opciones de hacer el toreo. Le faltó transmisión al animal y, por tanto, a la lidia, que se limitó al trámite de andar lo más decoroso posible. Pinchó antes de lograr la estocada y recibió palmas.
Ya desde el saludo capotero se le vislumbró el escaso fuelle al segundo, pero a punto estuvo de echar al suelo al picador. Pero lo entendió a la perfección Manzanares, que le realizó una lidia seria, midiendo muy bien los tiempos y exprimiendo al máximo la calidad del animal, del que paseó una oreja tras matarlo de una estocada ligeramente defectuosa.
Quiso Aguado brillar en el recibo de capote a base de verónicas de mano baja, pero el tercero de Algarra mostró síntomas de mansedumbre. Castigo desproporcionado el que recibió en el caballo, lo que acusó en el resto de la lidia. Casi vacío llegó al tercio de muleta para que Pablo se quedase sin opciones de realizar el toreo. Todo entre constantes protestas del público que llena el aforo permitido. Media tendida para escuchar silencio.
Pronto demostró Julián sus intenciones de no irse de vacío de Mérida con el cuarto, al que lanceó a la verónica con brillantez. Apenas un picotazo en varas y un trámite en banderillas, Juli dejó para la muleta el despliegue de sapiencia que le llevó a limar con paciencia el defecto del toro de echar la cara arriba. Hubo pundonor y voluntad en la faena hasta terminar con circulares invertidos metido completamente entre los pitones. Pero lo peor fue el acero, con el que no anduvo nada fino, por lo que debió conformarse con saludar una ovación.
Al saludo capotero de Manzanares al cuarto le faltó limpieza, como ímpetu faltó también en el tercio de varas, donde ahora lo que se premia es no picar. Muleta en mano, Josemari citó de lejos buscando el recorrido del toro, pero no existió éste, y ni siquiera la inercia fue suficiente para hilar los muletazos, que siempre salían de uno en uno ante la evidente flojedad del de Algarra. Se impacientó el público y tuvo que irse Manzanares a buscar la espada para finiquitar su actuación cuanto antes. Silencio.
El cierraplaza no quiso ser menos que sus hermanos y también dobló las manos a las primeras de cambio. Lo lanceó con soltura Aguado, con un ceñido y brillante quite por chicuelinas posterior. Tuvo que ser a media altura la faena del sevillano, cuidando muy mucho las condiciones del animal, pero la nula emoción que transmitía el astado le privó de cosechar cualquier triunfo. Ovación.
FICHA DEL FESTEJO
Plaza de toros de Mérida, Badajoz. Corrida de toros. Lleno en lo permitido.
Toros de Luis Algarra. Faltos de todo: de raza, de casta y de fuerza, y justos de presencia.
El Juli, palmas y silencio.
José María Manzanares, oreja y silencio.
Pablo Aguado, silencio y ovación.